miércoles, septiembre 30, 2009

PARTICIPANTES DE LA NATURALEZA DIVINA

¿Cómo podemos llegar a participar de la naturaleza divina? Nuestro propósito cada día debería ser llegar a Jesús con un corazón abierto. No hay nada que se le puede ocultar a Dios pero Él no puede ir mas allá de lo que nosotros le permitamos. Estos últimos acontecimientos sirven para despertarnos y darnos a entender que solo una dependencia total y una entrega completa nos harán vencedores. El Señor ha dejado a nuestra disposición una herramienta poderosa con la cual podemos abrir nuestro corazón a Él.

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Hebreos 4:12

Al tomar esta espada por medio del Espíritu Santo nuestros corazones son abiertos ante Jesús. Inicialmente la espada dolerá mientras parte el alma y el espíritu pero mientras empieza a hacer su trabajo la persona recibirá nuevas fuerzas. Las angustias y tribulaciones de estos días inicialmente dolerán, pero esa lluvia tardía refrescante, reavivara la esperanza del pronto regreso de Cristo y enfocara nuestros pensamientos en el cielo donde gozaremos de tan grandes privilegios. A la vez remueve las impurezas y coloca a Jesús y su amor como el tema central de la vida y entonces empezamos a participar de la naturaleza divina. El apóstol Pedro lo explica:

Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia; por medio de estas cosas nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones.

Por esto mismo, poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.

Si tenéis estas cosas y abundan en vosotros, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas es muy corto de vista; está ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección, porque haciendo estas cosas, jamás caeréis. De esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. 2 Pedro 1:3-11

¡Que cada día podamos participar de esta naturaleza divina que nos asegura la entrada al reino de los cielos por medio de nuestro Señor y Salvado Jesucristo!


¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!



1 comentario:

  1. Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (Juan 1: 14)

    Si queremos estudiar un problema profundo, fijemos nuestra mente en la cosa más maravillosa que jamás sucedió en la tierra o en el cielo: la encarnación del Hijo de Dios (Manuscrito 76, 1903).

    Sólo Cristo podía representar a la Deidad... Para hacerlo, nuestro Salvador revistió su divinidad con humanidad. Empleó las facultades humanas, pues sólo adoptándolas podía comprender a la humanidad. Sólo la humanidad podía alcanzar a la humanidad. Vivió el carácter de Dios en el cuerpo humano que Dios le había preparado (Review and Herald, 25-6-1895).

    Si hubiera venido Cristo en su forma divina, la humanidad no podría haber soportado el espectáculo. El contraste hubiera sido demasiado penoso, la gloria demasiada abrumadora. La humanidad no podría haber soportado la presencia de uno de los puros y brillantes ángeles de gloria; por lo tanto, Cristo no tomó sobre si la naturaleza de los ángeles. Vino a la semejanza de los hombres (Signs of the Times, 15-2-1899).

    Contemplándolo, contemplamos al Dios invisible... Contemplamos a Dios mediante Cristo, nuestro Creador y Redentor. Tenemos el privilegio de contemplar a Jesús por la fe y verlo de pie entre la humanidad y el trono eterno. Él es nuestro Abogado que presenta nuestras oraciones y ofrendas como un sacrificio espiritual a Dios. Jesús es la gran propiciación sin pecado y, mediante sus méritos, Dios y el hombre pueden platicar juntos.
    Cristo ha llevado su humanidad a la eternidad. Está delante de Dios como el representante de nuestra raza. Cuando estamos revestidos del traje de bodas de su justicia nos volvemos uno con él y nos dice: "Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos" (Apoc. 4: 3). Sus santos lo contemplarán en su gloria, sin que haya ningún velo oscurecedor en medio (Youth's Instructor, 28-10-1897).

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