domingo, noviembre 01, 2009

EL ZARANDEO – Parte 2

Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego*1
…me fue mostrado el pueblo de Dios, y lo vi poderosamente sacudido. *2
Pronto el zarandeo llegará a su estado más violento. El pueblo de Dios debe preparase ahora.
Algunos, con robusta fe y clamores de agonía intercedían ante Dios. Estaban pálidos y sus rostros demostraban la profunda ansiedad resultante de su lucha interior. Gruesas gotas de sudor bañaban su frente; pero con todo, su aspecto manifestaba firmeza y fervor. De cuando en cuando brillaba en sus semblantes la señal de la aprobación de Dios, y nuevamente volvían a quedar en solemne, fervorosa y anhelante actitud.
Ángeles malos los rodeaban y los oprimían con sus tinieblas para ocultarles de la vista a Jesús y para que sus ojos se fijaran en la obscuridad circundante, a fin de inducirles a desconfiar de Dios y luego a murmurar contra él. Su única salvaguardia estribaba en mantener los ojos dirigidos hacia arriba, pues los ángeles de Dios estaban encargados de su pueblo y, mientras que la ponzoñosa atmósfera de los malos ángeles circundaba y oprimía a las ansiosas almas, los ángeles celestiales batían sin cesar las alas para disipar las densas tinieblas.*2
Aunque tendremos que afrontar esta gran lucha el Señor ha prometido que estará siempre allí ayudándonos. Pero la misericordia de Dios solo se extiende a aquellos que se han entregado de corazón a Dios.
Vi que algunos no participaban en esta lucha e intercesión. Parecían indiferentes y negligentes. No resistían a las tinieblas que los envolvían, y éstas los encerraban como una espesa nube. Vi que los ángeles de Dios se apartaban de ellos y acudían en auxilio de los que se empeñaban en resistir con todas sus fuerzas a los ángeles malos y procuraban ayudarse, clamando perseverantemente a Dios. Pero los ángeles nada hacían por quienes no procuraban ayudarse a sí mismos; y los perdí de vista. Mientras los que oraban continuaban clamando con fervor, recibían a veces un rayo de luz que emanaba de Cristo para alentar su corazón e iluminar su rostro.*2
No podemos descuidar nuestro deber. Si rechazamos la voz amorosa de Dios, sus ángeles irán a ayudar a todos aquellos que están dispuestos a seguir a Jesús aunque se desplomen los cielos.
Fijé la atención entonces en la hueste que antes había visto tan violentamente sacudida. Vi a los que antes gemían y oraban con aflicción de espíritu. Los rodeaba doble número de ángeles custodios, y una armadura los cubría de pies a cabeza. Marchaban en perfecto orden firmemente, como una compañía de soldados. Sus semblantes delataban el severo conflicto que habían sobrellevado y la desesperada batalla que acababan de reñir. Sin embargo, sus rostros que llevaban la impresión grabada por la angustia, resplandecían ahora, iluminados por la gloriosa luz del cielo. Habían logrado la victoria, y esto despertaba en ellos la más profunda gratitud y un gozo santo y sagrado.
El número de esta hueste había disminuido. Con el zarandeo, algunos fueron dejados a la vera del camino. Los descuidados e indiferentes que no se unieron con quienes apreciaban la victoria y la salvación lo bastante para perseverar en anhelarlas clamando angustiosamente por ellas, no las obtuvieron y quedaron rezagados en tinieblas; pero sus lugares fueron ocupados en seguida por otros, que se afiliaron a la hueste que había aceptado la verdad. Los ángeles malignos seguían agrupándose en su derredor, pero ningún poder tenían sobre ellos. Oí que los revestidos de la armadura proclamaban la verdad con gran poder, y ella producía su efecto. *2
Gracias al señor estos días serán acortados y pronto veremos a nuestro Señor Jesús descender en las nubes de los cielos. Oh si clamáramos ahora para que el Señor viniese pero en ese momento, de día y de noche clamaremos por Su regreso.
Los vi perplejos; luego los oí clamar a Dios ardientemente, sin cesar día y noche.* Oí estas palabras: "¡Hágase, Señor, tu voluntad! Si ha de servir para gloria de tu nombre, dale a tu pueblo el medio de escapar. Líbranos de los paganos que nos rodean. Nos han sentenciado a muerte; pero tu brazo puede salvarnos." Estas son todas las palabras que puedo recordar. Todos mostraban honda convicción de su insuficiencia y manifestaban completa sumisión a la voluntad de Dios. Sin embargo, todos sin excepción, como Jacob, oraban y luchaban fervorosamente por su liberación.
Poco después que estos seres humanos iniciaron su anhelante clamor, los ángeles, movidos a compasión quisieron ir a librarlos; pero un ángel alto y de aspecto imponente no lo 64 consintió, y dijo: "Todavía no está cumplida la voluntad de Dios. Han de beber del cáliz. Han de ser bautizados con el bautismo."
Pronto oí la voz de Dios que estremecía cielos y tierra. Hubo un gran terremoto. Por doquiera se derrumbaban los edificios. Oí entonces un triunfante cántico de victoria, un cántico potente, armonioso y claro. Miré a la hueste que poco antes estaba en tan angustiosa esclavitud y vi que su cautividad había cesado. La iluminaba una refulgente luz. ¡Cuán hermosos parecían entonces! Se había desvanecido todo rastro de inquietud y fatiga, y cada rostro rebosaba salud y belleza. Sus enemigos, los paganos que los rodeaban, cayeron como muertos, porque no les era posible resistir la luz que iluminaba a los santos libertados. Esta luz y gloria permanecieron sobre ellos hasta que apareció Jesús en las nubes del cielo, y la fiel y probada hueste fue transformada en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, de gloria en gloria. Se abrieron los sepulcros y resucitaron los santos, revestidos de inmortalidad, exclamando: " ¡Victoria sobre la muerte y el sepulcro!" Y juntamente con los santos vivos fueron arrebatados al encuentro de su Señor en el aire, mientras que toda lengua inmortal emitía hermosas y armónicas aclamaciones de gloria y victoria.*2

¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!


1* Apocalipsis 3:18
2* Joyas De Los Testimonios, tomo 1, “El Zarandeo”, Elena G. de White

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