También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. *1
Cuantas cosas podemos aprender de esta corta parábola. La sierva del Señor nos dice,
"DE TAL manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16). El es el mismo ayer, hoy y por los siglos. La justicia de Cristo, como una pura perla blanca, no tiene defecto, ni mancha, ni falta. Esta justicia puede ser nuestra. La salvación, con sus inestimables tesoros comprados con sangre, es la perla de gran precio. Puede ser buscada y encontrada. Pero todos los que realmente la encuentren, venderán todo lo que tienen para comprarla. Dan evidencia de que son uno con Cristo, así como él es uno con el Padre. En la parábola, se representa al comerciante vendiendo todo lo que tenía para poseer la perla de gran precio. Esta es una bella ilustración de los que aprecian tanto la verdad que renuncian a todo lo que tienen para entrar en posesión de ella. Se aferran por fe de la salvación provista para ellos en el sacrificio del unigénito Hijo de Dios.*2
El primer paso en todo esto es encontrar la perla. La salvación junto con los tesoros comprados con sangre es la perla de gran precio. Esto es fácil para determinar puesto que el reino de los cielos es compuesto por el gran regalo de la salvación que Dios nos otorgo por medio de Cristo. La pregunta es, ¿que se deber hacer para encontrar esta perla? Y cuando la encontremos, ¿estaremos realmente dispuestos a vender todo lo que tenemos para comprarle?
Hay algunos que están buscando, siempre buscando, la perla de gran precio. Pero no renuncian completamente a sus malos hábitos. No mueren al yo para que Cristo viva en ellos. Por lo tanto, no encuentran la perla preciosa. No han vencido la ambición no santificada ni su amor por las atracciones mundanales. No exaltan la cruz y siguen a Cristo por la senda de la abnegación y del sacrificio propio. Nunca saben lo que es tener paz y armonía en el alma, pues sin una entrega completa no hay descanso ni gozo. Son casi cristianos y, sin embargo, no son plenamente cristianos. Parecen estar cerca del reino de los cielos, pero no entran en él. Estar casi salvado, pero no estarlo plenamente, no significa estar casi perdido sino completamente perdido.*2
Notemos que no existen los “casi cristianos” y los “casi salvos”. No existe término medio, o nos entregamos por completo al Señor para obtener la perla de gran precio o la perderemos. Una abnegación total al yo no es fácil, una entrega total a Jesús requiere una acción decisiva de nuestra parte. Cuántos de nosotros decimos entregarnos a Dios pero seguimos en nuestros propios caminos. Nunca encontraremos la paz que buscamos y la salvación se escapara de nuestras manos.
Una consagración diaria a Dios proporciona paz y descanso. El comerciante vendió todo lo que tenía para poseer la perla. Cuando los que busquen la salvación rehusen fracasar o desanimarse, encontrarán paz y descanso en el Señor. Cristo los revestirá con su justicia. Les proporcionará un corazón limpio y una mente renovada. Estas bendiciones costaron la vida del Hijo de Dios y se ofrecen gratuitamente a aquellos por quienes fue hecho el sacrificio. Sin embargo, ¿cómo tratan muchos el don ofrecido? Se apartan, eligiendo más bien los placeres de esta vida. Cristo dice - de ellos: "No queréis venir a mí para que tengáis vida" (Juan 5: 40).
Esta invitación es completamente gratuita. La perla de gran precio se nos escapa de entre las manos no porque Dios no ha hecho lo suficiente para que seamos salvos. El nos promete paz, nos promete vida eterna, nos promete eterna felicidad con Jesús y nuestros seres amados. La perla se nos escapa porque nosotros rechazamos esta invitación.
Los pecadores están bajo un tremendo engaño. Desprecian y rechazan al Salvador. No comprenden el valor de la perla ofrecida a ellos y la desdeñan, dirigiendo a su Redentor tan sólo insultos y mofas. Más de una mujer se adorna con anillos y brazaletes, pensando ganar la admiración, pero rehúsa aceptar la perla de gran precio que le aseguraría su santificación, honor y riquezas eternas. ¡Cuánta infatuación hay en la mente de muchos ! Están más encantados con fruslerías terrenales, con oropel y resplandor que con la corona de vida inmortal, la recompensa de Dios por la lealtad. "¿Se olvida la virgen de su atavío, o la desposada de sus galas? Pero mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días" (Jer. 2: 32).*2
Entreguémonos a Jesús cada día. Consagremos nuestras vidas a El vendiendo todo lo que tenemos para obtener la perla de gran precio. La salvación está disponible para todos, en el cielo hay moradas preparadas para todos aquellos que entreguen sus vidas por completo al Señor. El fin se acerca y la recompensa será dada a todos los que buscaron a Dios en oración día a día y aceptaron Su llamado.
1* Mateo 13:45, 46
2*Mensajes Selectos tomo 1, “La Perla De Gran Precio”, Elena G. de White
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