miércoles, febrero 10, 2010

La Última Noche – Parte 5 (Jerusalén)


Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea. Mateo 21:8-11
La entrada triunfal de Cristo en Jerusalén era una débil representación de su venida en las nubes del cielo con poder y gloria, entre el triunfo de los ángeles y el regocijo de los santos. *1
Todos, incluyendo los discípulos, al ver a Jesús entrar por las puertas de Jerusalén, pensaron que El venia a establecer su reino.
Pero la serena voz de Jesús acalló por un momento la muchedumbre clamorosa al declarar que no había venido para establecer un reino temporal; pronto iba a ascender a su Padre, y sus acusadores no le verían más hasta que volviese en gloria. Entonces, pero demasiado tarde para salvarse, le reconocerían. Estas palabras fueron pronunciadas por Jesús con tristeza y singular poder. *1

Luego de esta escena y de haber entrado al templo, Jesús se aparto de allí con sus discípulos. Jesús pasó toda esa noche orando.
Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera. Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis. Mateo 21:18-22
Es extraordinario pensar que todo lo que Jesús hizo, cada palabra que el pronuncio tenía un propósito. Dios conoce el pasado, el presente y el futuro. En su misericordia provee rayos de luz sobre los acontecimientos futuros.
El acto de Cristo, al maldecir la higuera, había asombrado a los discípulos. Les pareció muy diferente de su proceder y sus obras. Con frecuencia le habían oído declarar que no había venido para condenar al mundo, sino para que el mundo pudiese ser salvo por él. Recordaban sus palabras: "El Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas."* Había realizado sus obras maravillosas para restaurar, nunca para destruir. Los discípulos le habían conocido solamente como el Restaurador, el Sanador. Este acto era único. ¿Cuál era su propósito? se preguntaban. *1
En medio del amor y la misericordia de de Dios, el enemigo a engañado a las personas. Nos ha hecho creer que Dios siempre nos perdonara, no importa lo que hagamos. Los discípulos solamente habían visto el trabajo de Jesús a favor de la humanidad. Esto es porque el Señor hará todo lo posible para que las personas se salven. En última instancia esto incluye la advertencia sobre las consecuencias de continuar en el pecado.
Dios "es amador de misericordia." "Vivo yo, dice el Señor Jehová, que no quiero la muerte del impío." Para él la obra de destrucción y condenación es una "extraña obra." Pero, con misericordia y amor, alza el velo de lo futuro y revela a los hombres los resultados de una conducta pecaminosa. *1
La maldición de la higuera era una parábola llevada a los hechos. Ese árbol estéril, que desplegaba su follaje ostentoso a la vista de Cristo, era un símbolo de la nación judía. El Salvador deseaba presentar claramente a sus discípulos la causa y la certidumbre de la suerte de Israel. Con este propósito invistió al árbol con cualidades morales y lo hizo exponente de la verdad divina. Los judíos se distinguían de todas las demás naciones porque profesaban obedecer a Dios. Habían sido favorecidos especialmente por él, y aseveraban tener más justicia que los demás pueblos. Pero estaban corrompidos por el amor del mundo y la codicia de las ganancias. Se jactaban de su conocimiento, pero ignoraban los requerimientos de Dios y estaban llenos de hipocresía. Como el árbol estéril, extendían sus ramas ostentosas, de apariencia exuberante y hermosas a la vista, pero no daban sino hojas. La religión judía, con su templo magnífico, sus altares sagrados, sus sacerdotes mitrados y ceremonias impresionantes, era hermosa en su apariencia externa, pero carente de humildad, amor y benevolencia. *1
El mismo conocimiento que el pueblo Judío tenía y el especial favor que habían recibido era la base de su juicio. El cristianismo implica mas que una religión externa. Es una entrega completa al Señor. Es un proceso de cambio y santificación. Es un reflejo del carácter de Cristo. Pero sobre todo el centro de este plan de salvación es Jesús. Y lleva a obtener un amor hacia las almas similar al amor que Dios tiene por sus hijos. Por esto la base de la ley, el fundamento de los mandamientos de Dios es el amor.
Jesús había acudido a la higuera con hambre, para hallar alimento. Así también había venido a Israel, anhelante de hallar en él los frutos de la justicia. Les había prodigado sus dones, a fin de que pudiesen llevar frutos para beneficiar al mundo. Les había concedido toda oportunidad y privilegio, y en pago buscaba su simpatía y cooperación en su obra de gracia. Anhelaba ver en ellos abnegación y compasión, celo en servir a Dios y una profunda preocupación por la salvación de sus semejantes. Si hubiesen guardado la ley de Dios, habrían hecho la misma obra abnegada que hacía Cristo. Pero el amor hacia Dios y los hombres estaba eclipsado por el orgullo y la suficiencia propia. Se atrajeron la ruina al negarse a servir a otros. No dieron al mundo los tesoros de la verdad que Dios les había confiado. Podrían haber leído tanto su pecado como su castigo en el árbol estéril. Marchitada bajo la maldición del Salvador, allí, de pie, seca hasta la raíz, la higuera representaba lo que sería el pueblo judío cuando la gracia de Dios se apartase de él. Por cuanto se negaba a impartir bendiciones, ya no las recibiría. "Te perdiste, oh Israel," dice el Señor. *1
El pecado mas grande siempre ha sido el orgullo. No hay nada mas peligros que pueda apartar al hombre de Dios que el orgullo. Lucifer en el cielo codicio el puesto de Jesús. Aunque era un ser creado su orgullo lo llevo a mentalizarse que él era un dios. Fue lo mismo que le ofreció a Eva en el Edén y es lo mismo que nos consume a nosotros. Es tan peligrosa porque el orgullo ciega a la persona de su propia condición.
La amonestación que dio Jesús por medio de la higuera es para todos los tiempos. El acto de Cristo, al maldecir el árbol que con su propio poder había creado, se destaca como amonestación a todas las iglesias y todos los cristianos. Nadie puede vivir la ley de Dios sin servir a otros. Pero son muchos los que no viven la vida misericordiosa y abnegada de Cristo. Algunos de los que se creen excelentes cristianos no comprenden lo que es servir a Dios. Sus planes y sus estudios tienen por objeto agradarse a sí mismos. Obran solamente con referencia a sí mismos…Observan la forma de culto, pero sin arrepentimiento ni fe. Profesan honrar la ley de Dios, pero les falta la obediencia. Dicen, pero no hacen. *1
La condición actual de la nación Judía no era nada nuevo. Tampoco era la primera vez que escuchaban la voz amonestadora de parte de Dios.
Durante más de mil años, esa nación había abusado de la misericordia de Dios y atraído sus juicios. Había rechazado sus amonestaciones y muerto a sus profetas. Los judíos contemporáneos de Cristo se hicieron responsables de estos pecados al seguir la misma conducta. La culpa de esa generación estribaba en que había rechazado las misericordias y amonestaciones de que fuera objeto. La gente que vivía en el tiempo de Cristo estaba cerrando sobre sí los hierros que la nación había estado forjando durante siglos. *1
El Señor siempre ha otorgado un tiempo en el cual sus hijos pueden recibir la luz de lo alto y ser por medio de ella altamente bendecidos. El pueblo de Israel por muchos años había sido bendecido por Dios. ¡Nosotros también!
En toda época se otorgó a los hombres su día de luz y privilegios, un tiempo de gracia en el que pueden reconciliarse con Dios. Pero esta gracia tiene un límite. La misericordia puede interceder durante años, ser despreciada y rechazada. Pero llega al fin un momento cuando ella hace su última súplica. El corazón se endurece de tal manera que cesa de responder al Espíritu de Dios. Entonces la voz suave y atrayente ya no suplica más al pecador, y cesan las reprensiones y amonestaciones. *1
Sabiendo que el fin esta cerca, que la puerta de gracia esta por cerrar, debemos preguntarnos, si nosotros estamos en la misma condición que la del pueblo antiguo.
Ese día había llegado para Jerusalén. Jesús lloró con angustia sobre la ciudad condenada, pero no la podía librar. Había agotado todo recurso. Al rechazar las amonestaciones del Espíritu de Dios, Israel había rechazado el único medio de auxilio. No había otro poder por el cual pudiese ser libertado. *1
Jesús con todo su poder, nunca ira mas allá de lo que nosotros le permitamos. No había nada mas que él deseaba que salvar a su pueblo, pero habiendo sido rechazado, nadie los podría salvar jamás.
Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, Lucas 19:21
La nación judía era un símbolo de las personas que en todo tiempo desprecian las súplicas del amor infinito. Las lágrimas vertidas por Cristo cuando lloró sobre Jerusalén fueron derramadas por los pecados de todos los tiempos. En los juicios pronunciados sobre Israel, los que rechazan las reprensiones y amonestaciones del Espíritu Santo de Dios pueden leer su propia condenación. *1
Cristo vió en Jerusalén un símbolo del mundo endurecido en la incredulidad y rebelión que corría presuroso a recibir el pago de la justicia de Dios. Los lamentos de una raza caída oprimían el alma del Señor, y le hicieron prorrumpir en esas expresiones de dolor. Vió además las profundas huellas del pecado marcadas por la miseria humana con lágrimas y sangre; su tierno corazón se conmovió de compasión infinita por las víctimas de los padecimientos y aflicciones de la tierra; anheló salvarlos a todos. Pero ni aun su mano podía desviar la corriente del dolor humano que del pecado dimana; pocos buscarían la única Fuente de salud. El estaba dispuesto a derramar su misma alma hasta la muerte, y poner así la salvación al alcance de todos; pero muy pocos iban a acudir a él para tener vida eterna. *2
Las lágrimas derramadas por Jesús en ese momento eran también por ti. El vio en ese momento tu vida y vio las consecuencias que te esperan si no escuchas su sublime voz y aceptas su llamado. El desea salvarte. Murió por ti. Murió para que aun en medio de la tristeza, el dolor y el sufrimiento tengamos esperanza de vida eterna. Aun el cielo no comprendía la escena que se desplegaba en este momento. Solo el Padre que con amor había dado a su Hijo, comprendía el amor que se manifestaba en este momento.
¡Mirad al Rey del cielo derramando copioso llanto! ¡Ved al Hijo del Dios infinito turbado en espíritu y doblegado bajo el peso del dolor! Los cielos se llenaron de asombro al contemplar semejante escena que pone tan de manifiesto la culpabilidad enorme del pecado, y que nos enseña lo que le cuesta, aun al poder infinito, salvar al pecador de las consecuencias que le acarrea la transgresión de la ley de Dios. Dirigiendo Jesús sus miradas hasta la última generación vió al mundo envuelto en un engaño semejante al que causó la destrucción de Jerusalén. El gran pecado de los judíos consistió en que rechazaron a Cristo; el gran pecado del mundo cristiano iba a consistir en que rechazaría la ley de Dios, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra. Los preceptos del Señor iban a ser menospreciados y anulados. Millones de almas sujetas al pecado, esclavas de Satanás, condenadas a sufrir la segunda muerte, se negarían a escuchar las palabras de verdad en el día de su visitación. ¡Terrible ceguedad, extraña infatuación! *2
Es lamentable, pero la historia de Jerusalén se volverá a repetir.
En esta generación, muchos están siguiendo el mismo camino que los judíos incrédulos. Han presenciado las manifestaciones del poder de Dios; el Espíritu Santo ha hablado a su corazón; pero se aferran a su incredulidad y resistencia. Dios les manda advertencias y reproches, pero no están dispuestos a confesar sus errores, y rechazan su mensaje y a sus mensajeros. Los mismos medios que él usa para restaurarlos llegan a ser para ellos una piedra de tropiezo. *1
Cristo contempló el mundo de todos los siglos desde la altura del monte de las Olivas; y sus palabras se aplican a toda alma que desprecia las súplicas de la misericordia divina. Oh, escarnecedor de su amor, él se dirige hoy a ti. A ti, aun a ti, que debieras conocer las cosas que pertenecen a tu paz. Cristo está derramando amargas lágrimas por ti, que no las tienes para ti mismo. Ya se está manifestando en ti aquella fatal dureza de corazón que destruyó a los fariseos. Y toda evidencia de la gracia de Dios, todo rayo de la luz divina, enternece y subyuga el alma, o la confirma en una impenitencia sin esperanza. *1
¿Qué harás? La última noche se aproxima. ¿Obedecerás los santos preceptos de Dios? ¿Subyugaras tu corazón a la voluntad de Dios? ¿Permitirás que Él entre en tu corazón y dirija tu vida?



¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!


1* El Deseado De Todas Las Gentes, “Un Pueblo Condenado”, Elena G. de White
2* El Conflicto De Los Siglos, “La Destrucción De Jerusalén”, Elena G. de White

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