martes, febrero 09, 2010

La Última Noche - Parte 4 (Jerusalén)


Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; Mateo 23:34
La protección de Dios sobre esta nación se estaba retirando. Se habían olvidado de todas las bendiciones que Dios les había otorgado. Durante la vida de cada uno de los profetas, Dios había castigado a la nación con el propósito de que ellos se arrepintieran de sus malos caminos y lo buscasen de todo corazón. Los profetas de Dios habían hecho todo lo posible para encarrilar a la nación, pues habían visto hacia el futuro lo que les esperaría si no lo hacían.
Sentencias solemnes se habían pronunciado en contra de Jerusalén por los profetas. Su iniquidad y crimen la condujeron a ser destruida, y su pueblo llevado cautivo a Babilonia. En su humillación, muchos buscaron al Señor con arrepentimiento y confesión, y cuando regresaron de su cautiverio, parecía por un tiempo que se habían reformado. En su misericordia, Dios los perdonó, y les dio su bendición. "Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he creado. Por la iniquidad de su codicia me enojé, y le herí, escondí mi rostro y me indigné; y él siguió rebelde por el camino de su corazón. He visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él y a sus enlutados; produciré fruto de labios: Paz, paz al que está lejos y al cercano, dijo Jehová; y lo sanaré.” *1

Pero los líderes no permanecieron convertidos. No se mantuvieron como centinelas fieles, guardando el camino del Señor para hacer justicia y juicio. Una y otra vez la palabra del Señor a través de sus profetas fue rechazada. Entonces Dios envió a su Hijo unigénito, con un mensaje de misericordia, pero se negaron a recibirlo, y dijeron: "Este es el heredero, ven, vamos a matarlo y la herencia será nuestra". Cristo “vino a los suyos, y los suyos no le recibieron". *1
Habiendo rechazado a Dios quien les hablaba a través de los profetas, ¿sería posible que rechazaran a Su propio Hijo?
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” Se han negado a ver en mí un Salvador misericordioso, ofreciéndoles la redención. Cuando las graves sentencias de Dios caigan sobre ustedes, aun se rehusaran a ver en mí un Salvador que perdona el pecado. Pero un día ansiaran al Libertador que una vez estuvo entre vosotros, y no le recibieron. *1
La sentencia contra Jerusalén ya no se escuchaba por medio de los profetas. Ahora era Dios mismo quien pronunciaba la sentencia en contra de esta nación. Siendo el amor y la misericordia de Dios tan grandes, cuando estas son rechazadas, Dios remueve su protección.
Cristo inculpo a toda la nación con este pecado. Al rechazar a mis siervos y profetas, no sólo a ellos han rechazado, sino al Hijo de Dios, al que le pertenecen por medio de la creación y la redención. No quisieron mi consejo, menospreciaron toda reprensión mía. Si son destruidos, ustedes mismos serán responsables. Les he ofrecido ayuda, porque los amaba, pero no vinieron en pos de mí, para obtener vida. *1
Lamentablemente, Jerusalén había llegado a la misma condición que la de Sodoma y Gomorra. El Señor había intentado llegar al corazón de estas personas pero ellos lo habían rechazado. De esta forma sus pecados llegaron hasta el cielo y lo juicios de Dios sobre esta ciudad se realizaron.
La hora de esperanza y de perdón transcurrió rápidamente. La copa de la ira de Dios, por tanto tiempo contenida, estaba casi llena. La nube que había ido formándose a través de los tiempos de apostasía y rebelión, veíase ya negra, cargada de maldiciones, próxima a estallar sobre un pueblo culpable; y el único que podía librarle de su suerte fatal inminente había sido menospreciado, escarnecido y rechazado, y en breve lo iban a crucificar. Cuando el Cristo estuviera clavado en la cruz del Calvario, ya habría transcurrido para Israel su día como nación favorecida y saciada de las bendiciones de Dios. La pérdida de una sola alma se considera como una calamidad infinitamente más grande que la de todas las ganancias y todos los tesoros de un mundo; pero mientras Jesús fijaba su mirada en Jerusalén, veía la ruina de toda una ciudad, de todo un pueblo; de aquella ciudad y de aquel pueblo que habían sido elegidos de Dios, su especial tesoro. *2
Esta nación estaba a punto de iniciar un evento el cual el universo entero estaría observando. Algo que Jesús en varias ocasiones había revelado a sus discípulos.
Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Mateo 16:21-23
Si pudiésemos imaginar lo que el Señor estaba experimentando en este momento. Pedro junto con los discípulos de Jesús, continuaban viendo las cosas terrenales y no las celestiales. Quizá pensando hacer el bien le dijo a Jesús que se salvara a si mismo. No entendía lo que Jesús estaba realizando para salvar a la raza humana. Un sacrificio que el especial tesoro de Dios rechazó.
Así que con poder y autoridad nuestro Señor reprendió a la nación judía. “Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.” Cuando el pueblo judío vea a Cristo de nuevo, no le pedirán señal alguna. Ese día no será para ellos un día de alegría, aunque, a medida vean al que rechazaron, con una potencia abrumadora saldrá la admisión de sus labios, "¡Bendito el que viene en el nombre de Jehová." Cuando Cristo venga en las nubes de los cielos, con poder y gran gloria, alabaran al que una vez maldijeron, pero será demasiado tarde. *1
¡Qué palabras más tristes! Es esta la preocupación que existe sobre los habitantes del mundo actual. ¿Qué será el gran día del Señor para ti? ¿Será un día de gran gozo y alegría o será un día de temible tristeza?
Jerusalén se perdió debido a su obstinada denegación a reconocer la verdad. Esto está haciendo el mundo de hoy. Los hombres se niegan a ver la verdad que es claramente revelada en la Palabra de Dios. Un "Así dice el Señor" es considerado sin importancia, mientras que las palabras de los hombres se les da una gran autoridad. Asimismo como los habitantes de Jerusalén fueron castigados, serán castigados aquellos que se niegan a recibir la verdad. Dios quiere que nos demos cuenta que el mundo es representado por la ciudad de Jerusalén. Las declaraciones de Cristo sobre la destrucción de Jerusalén deben ser vinculadas a la más terrible destrucción del mundo. *1
La condenación de Jerusalén removió toda oportunidad a la salvación. Pero para nosotros aun hay un corto tiempo de gracia. Todo indica que el Señor esta cerca. Entreguemos al Señor nuestro corazón. Aceptemos las verdades reveladas en Su Palabra y alcanzásemos la salvación por medio de Cristo Jesús.


¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!


1* The Review And Herald, “Words of Warning.--No. 1”, December 13, 1898, Elena G. de White
2* El Conflicto De Los Siglos, “La Destrucción De Jerusalén”, Elena G. de White

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