En aquel tiempo de persecución la fe de los siervos de Dios será probada duramente. Proclamaron fielmente la amonestación mirando tan sólo a Dios y a Su Palabra. El Espíritu de Dios, que obraba en sus corazones, les constriñó a hablar. Estimulados por santo celo e impulso divino, cumplieron su deber y declararon al pueblo las palabras que de Dios recibieran sin detenerse en calcular las consecuencias. No consultaron sus intereses temporales ni miraron por su reputación o sus vidas. Sin embargo, cuando la tempestad de la oposición y del vituperio estalle sobre ellos, algunos, consternados, estarán listos para exclamar: "Si hubiésemos previsto las consecuencias de nuestras palabras, habríamos callado." Estarán rodeados de dificultades. Satanás los asaltará con terribles tentaciones. La obra que habrán emprendido parecerá exceder en mucho sus capacidades. Los amenazará la destrucción. El entusiasmo que les animara se desvanecerá; sin embargo no podrán retroceder. Y entonces, sintiendo su completa incapacidad, se dirigirán al Todopoderoso en demanda de auxilio. Recordarán que las palabras que hablaron no eran las suyas propias, sino las de Aquel que les ordenara dar la amonestación al mundo. Dios había puesto la verdad en sus corazones, y ellos, por su parte, no pudieron hacer otra cosa que proclamarla.
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
El Conflicto De Los Siglos, "El Mensaje Final De Dios", Elena G. de White
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