Se dice a menudo que Jesús lloró, pero que nunca se supo que haya sonreído. Nuestro Salvador fué a la verdad Varón de dolores y experimentado en quebranto, porque abrió su corazón a todas las miserias de los hombres. Pero aunque fué la suya una vida de abnegación, dolores y cuidados, su espíritu no quedó abrumado por ellos. En su rostro no se veía una expresión de amargura o queja, sino siempre de paz y serenidad. Su corazón era un manantial de vida. Y doquiera iba, llevaba descanso y paz, gozo y alegría.
¡EL SEÑOR VIENE, PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
* El Camino A Cristo, “La Fuente De Regocijo Y Felicidad”, Elena G. de White
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