lunes, marzo 15, 2010

¡Aquí Viene El Novio! (Parte 1)

Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. Mateo 25:1

La parábola de las diez vírgenes nos deja grandes lecciones para nuestros días. En ella encontremos la necesidad tan grande que el mundo entiende.

Regresemos rápidamente al contexto en el cual el Señor relato esta parábola.

CRISTO está sentado con sus discípulos sobre el Monte de las Olivas. El sol se ha puesto detrás de las montañas, y las sombras de la noche, a guisa de cortina, cubren los cielos.

El Señor utilizaba las experiencias de la vida, lo que ocurría todos los días para que Sus discípulos entendiesen las lecciones espirituales. Viendo la boda que se estaba realizando y la espera del esposo y aprovechó para ensenarles algo que nosotros como el remanente debemos mantener siempre en mente.

Cerca de la casa de la novia se hallan diez doncellas vestidas de blanco. Cada una lleva una lámpara encendida y una pequeña vasija para aceite. Todas están esperando con ansiedad la aparición del esposo. Pero se produce una demora. Transcurre una hora tras otra, y las que están esperando se cansan y se duermen. A la media noche se oye un clamor: “He aquí, el esposo viene; salid a recibirle”. De repente se despiertan las que dormían y saltan sobre sus pies. Ven la procesión que avanza, alumbrada por las antorchas y alegrada por la música. Oyen la voz del esposo y de la esposa. Las diez vírgenes toman sus lámparas y comienzan a acondicionarlas, apresurándose a marchar. Pero cinco de ellas no habían llenado sus vasijas de aceite. No presumieron que habría una demora tan larga, y no se habían preparado para la emergencia. Afligidas, se dirigieron a sus compañeras más prudentes, diciendo: “Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan”. Pero las otras cinco, con sus lámparas recién aderezadas, habían vaciado sus vasijas. No tenían aceite de sobra, y respondieron: “Porque no nos falte a nosotras y a vosotras, id antes a los que venden, y comprad para vosotras”.

Mientras iban a comprar, la procesión avanzó y las dejó atrás. Las cinco que tenían sus lámparas encendidas se unieron a la muchedumbre, entraron en la casa con el séquito nupcial, y la puerta se cerró. Cuando las vírgenes fatuas llegaron al salón del banquete, recibieron un rechazamiento inesperado. El jefe de la fiesta declaró: “No os conozco”. Fueron dejadas afuera, en la calle desierta, en las tinieblas de la noche.

Veamos los distintos componentes de esta parábola. También veremos lo que las diez vírgenes si estaban haciendo.


¿Que representan?

  • Las Vírgenes:
    • Se las llama vírgenes porque profesan una fe pura.
    • Las dos clases de personas que profesan estar esperando a su Señor.
  • Las Lámparas
    • Las lámparas representan la Palabra de Dios.

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. Salmos 119:105.

  • El Aceite
    • El aceite es un símbolo del Espíritu Santo.
    • La misión de los dos ungidos (los dos olivos en Zacarías 4) es comunicar al pueblo de Dios que sólo la gracia celestial puede hacer de su Palabra una lámpara para los pies y una luz para el sendero.

“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”. Zacarías 4:6.


El Panorama – Las Diez Vírgenes

  • En la parábola todas las vírgenes salieron a recibir al esposo.
  • Están esperando en el atardecer de la historia de esta tierra la venida de Jesús.
  • Todas tenían lámparas y vasijas para el aceite.
  • Todas aseveran ser cristianas.
  • Por un tiempo parecía no haber diferencia entre ellas.
    • Tal ocurre con la iglesia que vive precisamente antes de la segunda venida de Cristo. Todos tienen el conocimiento de las Escrituras.
    • Todos han oído el mensaje de la pronta venida de Cristo, y esperan confiadamente su aparición.

Lamentablemente, aunque las diez habían recibido el mismo mensaje no todas disfrutaron de las fiestas de las bodas.

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. Apocalipsis 3:20, 21.

Busquemos cada día ese poder transformador que nos permitirá participar muy pronto de las cenas de las bodas del cordero.


¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!


* Palabras De Vida Del Gran Maestro, “El Premio Inmerecido”, Elena G. de White

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