jueves, junio 10, 2010

Su Muerte Nos Trajo Vida

De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol. Oseas 13:14.
Muy poco entendemos acerca del sacrificio que Jesús hizo en la cruz por nosotros. Su inmenso amor y su misericordia no son completamente comprendidos completamente. Pensar que todo lo hizo por  Su deseo a que todos obtengamos la salvación
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Isaías 53:3-9.
¿Cómo es posible que nuestro creador, nuestro amado Señor vino a morir por nosotros y nosotros no le conocimos?
¡Bien podían los cielos haber quedado asombrados por la recepción que su amado Capitán recibió en el mundo! ... El hizo el mundo, y sin embargo el mundo no lo conoció. Amigos lo negaron, lo abandonaron y lo traicionaron. Fue presa de tentaciones. La agonía humana convulsionó su alma divina. Fue lacerado por crueles azotes. Sus manos fueron clavadas, sus santas sienes fueron coronadas de espinas.... Fueron las maquinaciones de Satanás las que hicieron de la vida de Cristo una oscura serie de aflicciones y tristezas; y por último maquinó la muerte de Cristo, en cuyo acto destruyó su propio trono. *1
Pero a pesar del desprecio, del rechazo, Jesús miro los corazones de los pocos que le aceptarían, de los pocos que serian salvos por medio de Él.
En el acto de morir, Cristo estaba destruyendo a aquel que tenía el imperio de la muerte. Llevó a cabo el plan, terminó la obra que había convenido en realizar desde la caída de Adán. Al morir por la culpa de un mundo pecador, él restauró al hombre caído a la posición de la cual había caído a consecuencia de la desobediencia, a condición de la obediencia a los mandamientos de Dios.... *1
Nuestra salvación fue obrada mediante el infinito sufrimiento del Hijo de Dios. Su pecho divino llevó la angustia, la agonía, el dolor que la pecaminosidad de Adán trajo sobre la raza humana. El calcañar de Cristo fue herido a la verdad cuando su humanidad sufrió, y el pesar más profundo que haya oprimido alguna vez a los seres que había creado abrumó su alma mientras estaba pagando la vasta deuda que el hombre debía a Dios. *1
El Señor venció al príncipe del pecado y por medio de Su muerte y resurrección venció la muerte misma.
Al llevar la penalidad del pecado y al bajar a la tumba, Cristo la iluminó para todos los que mueren con fe. Dios, en forma humana, sacó a luz la vida y la inmortalidad por el Evangelio. Al morir, Cristo aseguró la vida eterna a todos los que crean en él. *1
Gracias a nuestro Dios que ahora tenemos una inmensa esperanza la cual podemos aguardar en nuestros corazones. Esta vida no lo es todo, hay mundo feliz mas allá que nos espera.
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros. 1 Pedro 1:3, 4.
El cielo es algo real, lo que Jesús hizo, el plan de salvación es algo perfecto y tangible. El ahora está en el cielo intercediendo por nosotros y pronto vendrá otra vez.
Leemos en la Biblia acerca de la resurrección de Cristo de los muertos; pero, ¿actuamos como creyendo en ello? ¿Creemos que Jesús es un Salvador viviente, que no está en la tumba nueva de José, con la gran piedra encima, sino que se levantó de entre los muertos y ascendió al cielo para llevar cautiva a la cautividad y para dar dones a los hombres? ... Debemos tomarle la palabra a Cristo, creer que él vino para representar al Padre, y que el Padre, tal como está representado en Cristo, es nuestro amigo y que no desea que perezcamos, de otra manera no habría enviado a su Hijo para que muriera como nuestro sacrificio. La cruz del Calvario es una garantía eterna para cada uno de nosotros, de que Dios quiere que seamos felices, no solamente en la vida futura sino también en esta vida. *2
Su muerte en la cruz realmente nos trajo vida.
Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores. Isaías 53:8-12.
Pero con todo esto, concluyo haciendo esta solemne amonestación.
La muerte de Cristo acarrea al que rechaza su misericordia la ira de los juicios de Dios, sin mezcla de misericordia. Esta es la ira del Cordero. Pero la muerte de Cristo es esperanza y vida eterna para todos los que lo reciben y creen en él. *2

¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!


1* En Lugares Celestiales, “Rompiendo El Poder De La Muerte”, Elena G. de White
2* En Lugares Celestiales, “Un Amigo En La Corte Celestial”, Elena G. de White

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