Cristo contempla el mundo, tan lleno de actividad en procura de tesoros terrenales. Ve a tantos que tratan ansiosamente tener primero una cosa y después la otra, en sus esfuerzos por obtener el codiciado tesoro terrenal que, según ellos piensan, satisfará su ambición egoísta, mientras en su ansiosa búsqueda pasan por alto el único sendero que conduce a las verdaderas riquezas.
Como el que tiene autoridad, Cristo habla a los tales invitándolos a seguirle. Se ofrece a conducirlos a las riquezas que son tan perdurables como la eternidad. Les señala el sendero angosto de la abnegación y del sacrificio. Los que se esfuercen por avanzar en este sendero, superando cada obstáculo, alcanzarán la tierra de gloria. Al levantar la cruz encontrarán que ésta los eleva a ellos, y por último obtendrán el tesoro imperecedero.
Muchos creen que la seguridad está en las riquezas terrenales. Pero Cristo está tratando de quitar de sus ojos la mota que oscurece la visión, y capacitarlos así para contemplar el mucho más grande y eterno peso de gloria. Confunden fantasmas con las realidades y han perdido de vista las glorias del mundo eterno. Cristo los invita a extender su vista más allá del presente y añadir eternidad a su visión...
No hay lugar sobre la tierra donde el tesoro esté a cubierto de toda pérdida. Pero hay una ciudad que tiene fundamentos, cuyo constructor y hacedor es Dios. Cristo trata de apartar la atención de las inversiones imprudentes en riquezas perecederas, aconsejando a los hombres que hagan tesoros en el cielo.
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
Alza Tus Ojos, "¿Donde Esta Tu Tesoro?", Elena G. De White
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