lunes, septiembre 13, 2010

Pensamiento Del Día

Satanás despertará la indignación del cristianismo apóstata en contra del humilde remanente que con toda conciencia se niegue a aceptar falsas tradiciones y costumbres. La iglesia y el mundo se unirán y el mundo cederá a la iglesia el derecho de sojuzgar al pueblo que pretenda adorar de acuerdo a su Palabra.

El decreto que se promulgará finalmente contra el pueblo remanente de Dios será muy semejante al que promulgó Asuero contra los judíos en la época de Ester... El edicto persa brotó de la malicia de Amán hacia Mardoqueo... La decisión del rey contra los judíos fue obtenida con falsas declaraciones, por calumnias contra ese pueblo peculiar. Satanás inspiró el plan, a fin de librar la tierra de aquellos que preservaban el conocimiento del verdadero Dios...

La historia se repite. La misma mente magistral que maquinó contra los fieles en siglos pasados obra ahora a fin de controlar a las iglesias caídas, para que por medio de ellas él pueda condenar y ejecutar sentencia de muerte sobre aquellos que no adoren el sábado idólatra. Pero, aunque así parezca, no libramos una lucha con seres mortales. No guerreamos contra sangre y carne, sino contra principados, contra poderes, contra gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra espíritus impíos en las regiones celestes. Sin embargo, si el pueblo de Dios deposita toda su confianza y su fe en el poder divino, toda estratagema de Satanás será tan ciertamente derrotada en nuestro tiempo, como lo fuera en los días de Mardoqueo.


Se emitirá un decreto por el cual todo aquel que no haya recibido la marca de la bestia no podrá comprar ni vender y, por el cual finalmente, ha de ser condenado a muerte. Pero los santos de Dios no recibirán esta marca. El profeta de Patmos contempló a aquellos que habían logrado la victoria sobre la bestia y sobre su imagen; sobre su marca y sobre el número de su nombre, que estaban en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios y entonando el cántico de Moisés y del Cordero...

Pablo escribió a los Romanos: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. Pero hay un punto más allá del cual es imposible mantener la unión y la armonía sin sacrificar principios. Entonces, la separación es un deber incuestionable. Las leyes de las naciones deben respetarse en tanto no estén en conflicto con las leyes de Dios. Pero cuando haya contradicción entre ellas, todo verdadero discípulo de Cristo, dirá, como lo hizo Pedro cuando se le prohibió hablar en el nombre de Jesús: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”

¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!


* El Cristo Triunfante, “El Decreto de Muerte en Contra del Pueblo de Dios”, Elena G. de White

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