Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Santiago 4:7, 8.Cuando nos asalta la tentación, necesitamos discernimiento espiritual para poder detectar al agente de Satanás y para acercarnos a Jesús. Lleguémonos a Dios y él se acercará a nosotros. Resistamos al diablo y él huirá. A cada momento es necesario pelear la buena batalla de la fe. La duda tiene que ser resistida y la fe estimulada. En la tentación, la razón debe dominar la inclinación. El yo clamará por ser atendido, pero hay que resistir la inclinación y vencer la tentación.
El Señor nos ha advertido y presentado principios que todo cristiano debe incorporar a la vida práctica. Los que miran con indiferencia la luz y la advertencia que a Dios le ha placido darnos, serán cada vez más egoístas y autosuficientes. Los que no dependen de Dios ciertamente serán vencidos por el enemigo. Satanás está usando cada método concebible para mantener en sus filas a quienes pretenden estar del lado del Señor. El puede cegarles los ojos al punto de lograr que llamen luz a la oscuridad y oscuridad a la luz...
Aunque la luz de Dios está brillando con rayos más definidos que nunca antes, y que brillarán más y más claramente al acercarnos al fin de la historia de la tierra, los únicos que podrán discernir la verdad del error serán los que con frecuencia estén sobre sus rodillas buscando la sabiduría de Dios. Sólo los brillantes rayos del Sol de Justicia pueden revelar las numerosas artimañas del enemigo. El maligno está trabajando con todo engaño de iniquidad; y aunque no tenemos que mantener nuestros ojos sobre el poder de las tinieblas, no debemos ignorar sus maquinaciones.
Nuestra fe debe centrarse en Cristo, a fin de mirarlo y de aferrarnos a su fuerza, que es suficiente para afrontar cada emergencia, para que nuestro corazón se una con el suyo y nuestra existencia se entreteja con su vida mediante eslabones escondidos y, porque él vive, nosotros también viviremos. Esto es religión práctica, porque seremos guardados por el poder de Dios mediante la fe para salvación. A menos que nos unamos con el Señor en un pacto perpetuo y que no lo olvidemos nunca, ninguno de nosotros podrá estar seguro.—The Review and Herald, 14 de marzo de 1893.
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
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