Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! Romanos 8:15.La obra de la santificación comienza en el corazón, y debemos tener tal relación con Dios, que Jesús pueda poner su molde divino sobre nosotros. Hemos de vaciarnos del yo a fin de dar lugar a Jesús. Pero cuántos tienen sus corazones tan llenos con ídolos que no dejan lugar para el Redentor de la humanidad. El mundo mantiene en cautiverio el corazón de los hombres. Estos centran sus pensamientos y afectos en sus negocios, su posición y su familia. Se aferran a sus opiniones y hábitos, y los acarician como ídolos. No nos sometamos al servicio del yo, aferrándonos a nuestras ideas y hábitos y, de ese modo, excluir la verdad de Dios.
Debemos vaciarnos del yo. Pero esto no es todo lo que se requiere. Cuando renunciemos a nuestros ídolos, el vacío debe ser llenado. Si el corazón se deja desierto y el vacío no se llena, estará en la condición de aquel cuya casa fue “vaciada, barrida, y adornada”, pero sin un huésped que la ocupara. El espíritu malo trajo consigo otros siete espíritus peores que él, y entraron y vivieron allí; y la situación final de ese hombre fue peor que la primera.
Usted podrá pensar que es incapaz de alcanzar la aprobación del cielo, y hasta puede decir: “Nací con esta tendencia natural hacia el mal; me es imposible vencerla”. Sin embargo, nuestro Padre celestial ha hecho toda la provisión necesaria para que pueda vencer cualquier tendencia al mal. Usted va a triunfar, así como Cristo ganó la victoria en nuestro favor. El dice: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. Apocalipsis 3:21. El pecado puso en peligro a la familia humana. Pero antes que el hombre fuera creado, se hizo la provisión para que, si él no soportaba la prueba, Jesús viniera a ser su sacrificio y garantía, y para que por la fe en él, el hombre pudiera ser reconciliado con Dios. Porque Cristo fue el Cordero “inmolado desde el principio del mundo”. Apocalipsis 13:8. Jesús murió en el Calvario para que el hombre pudiera tener poder para vencer sus tendencias naturales hacia el pecado.
Pero alguien podrá decir: “¿No puedo hacer lo que quiero y ser yo mismo?” No, usted no puede hacer lo que quiere y entrar en el reino de los cielos. Nadie que hace lo que desea estará allá. Ninguno que hace lo que le parece encontrará lugar en el reino de los cielos. Nuestro modo de ser debe identificarse con el modo de ser de Dios.—The Review and Herald, 23 de febrero de 1892.
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
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