Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Hebreos 2:14, 15.La caída del hombre llenó el cielo de tristeza, y el corazón de Jesús fue movido a compasión infinita por el mundo perdido y la raza arruinada. Contempló al hombre sumido en el pecado y la miseria, y supo que no tenía la capacidad moral para vencer el poder de su enemigo, que no duerme. Con amor y misericordia divinos vino a la tierra para pelear nuestras batallas porque sólo él podía conquistar al adversario. Vino para unir al hombre con Dios y para impartir fortaleza divina al arrepentido. Desde el pesebre hasta el Calvario recorrió el sendero que el hombre debía seguir, dando a cada paso un ejemplo perfecto de lo que el hombre debería hacer y ejemplificando en su carácter lo que la humanidad podría llegar a ser al estar unida con la divinidad.
Muchos dicen que Jesús no fue como nosotros somos y, por lo tanto, como era divino, nosotros no podemos vencer como él venció. Pero esto no es verdad. “Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abrahán... Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. Hebreos 2:16-18. Cristo conoce las pruebas del pecador, conoce sus tentaciones. Tomó sobre sí nuestra naturaleza y tentado en todo como nosotros. El lloró, fue un hombre de dolores y experimentado en quebranto.
Como hombre vivió sobre la tierra. Como hombre ascendió al cielo. Como hombre es el sustituto de la humanidad. Como hombre vive para interceder por nosotros. Como hombre volverá otra vez con poder real y gloria para recibir a los que lo aman y para quienes está preparando ahora un lugar. Deberíamos regocijarnos y dar gracias a Dios por que “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó”. Hechos 17:31.—The Bible Echo, 1 de noviembre de 1892.
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
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