jueves, abril 01, 2010

Jesús Crucificado (Semana Santa)

Jesús se encontraba en una condición muy débil. Desde la cena con sus discípulos no había probado un bocado de comida. Aparte de los latigazos, las bofeteadas, y las desveladas había experimentada una lucha agonizante en el Sinaí. Tan terrible había sido esa angustia que su sudor eran como grandes gotas de sangre.

La condición del mundo, del ser humano cuando ha sido consumado por el pecado y contralado por el enemigo es terrible. A pesar del gran sufrimiento de Jesús, nadie se compadecía de Él. El gran peso de la cruz fue mucho para El. Pero nada se quería contaminar, al cargar la cruz de aquel quien sin ellos saberlo representaba el cordero de la pascua.
Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. Lucas 23:26.
Un forastero, atraído por la conmoción se acerco y vio a un humilde e inocente hombre sufriendo con la cruz pesada sobre El mientras la muchedumbre se burlaba. Simón, no conocía personalmente a Jesús y aunque había escuchado acerca de sus obras no sabía que El era el hijo de Dios. Pero su compasión humana se despertó y sintió el deseo de ayudar a Jesús.

Qué gran bendición fue para Simón, nos dice la sierva del Señor. Desde ese día Simón no solo cargo literalmente la cruz de Cristo sino que cumplió con el llamado que Jesús nos hace.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. Mateo 16:24-27.
Simón no tomó parte en la salvación de la humanidad al cargar la cruz. Pero pienso que recibirá grandes honores en el cielo. Pudo padecer con Cristo. Todo aquel que participa de los sufrimientos de Cristo, aunque para este mundo parezca insignificante, en el cielo recibirá grande recompensa.
Aun en Su agonía, y yendo rumbo al calvario, la atención de Jesús se dirigió al sufrimiento humano.
Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. Lucas 23:27-30.
Estas mujeres tampoco creían necesariamente que Jesús era el mesías. Pero eran movidas por simpatía humana. Pero Jesús les dijo que llorasen por si mismas y por sus hijos. Nuevamente, el Señor miraba a las personas que morirían en durante las destrucción de Jerusalén. Los hijos de estas madres que serian exterminados. La imagen no terminaba allí sino que se dirigía al fin del mundo y lo que será para los impíos quienes,
…se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie? Apocalipsis 6:15-17.
Finalmente, le crucificaron (Lucas 23:33).
El Señor Jesús, no abrió su boca, no ofreció resistencia, no dijo una sola palabra. Como cordero fue llevado al matadero (Isaías 53) y lo hizo solo por amor a nosotros.
No cabe duda que la muerte en la cruz era una de las peores torturas. Era una muerte lenta y extremadamente dolorosa. Pero El dolor del Señor traspasaba aun ese.
Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Marcos 15:34.
¿Que lo llevó a pronunciar tales palabras?
No era el temor de la muerte lo que le agobiaba. No era el dolor ni la ignominia de la cruz lo que le causaba agonía inefable. Cristo era el príncipe de los dolientes. Pero su sufrimiento provenía del sentimiento de la malignidad del pecado, del conocimiento de que por la familiaridad con el mal, el hombre se había vuelto ciego a su enormidad. Cristo vió cuán terrible es el dominio del pecado sobre el corazón humano, y cuán pocos estarían dispuestos a desligarse de su poder. Sabía que sin la ayuda de Dios la humanidad tendría que perecer, y vió a las multitudes perecer teniendo a su alcance ayuda abundante. *1
Este resultado del pecado lo llevo a realizar la separación con El Padre que jamás había experimentado.
Sobre Cristo como substituto y garante nuestro fué puesta la iniquidad de todos nosotros. Fué contado por transgresor, a fin de que pudiese redimirnos de la condenación de la ley…Toda su vida, Cristo había estado proclamando a un mundo caído las buenas nuevas de la misericordia y el amor perdonador del Padre. Su tema era la salvación aun del principal de los pecadores. Pero en estos momentos, sintiendo el terrible peso de la culpabilidad que lleva, no puede ver el rostro reconciliador del Padre. Al sentir el Salvador que de él se retraía el semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón un pesar que nunca podrá comprender plenamente el hombre. Tan grande fué esa agonía que apenas le dejaba sentir el dolor físico. *1
Tan grande es el dolor que cause el pecado cuando ya no se ve la gracia divina. Similar a esto sería nuestro dolor si Cristo no hubiese muerto en la cruz por nosotros. Similar a esto sería nuestro dolor si no tuviésemos esperanza de vida eterna.
Con fieras tentaciones, Satanás torturaba el corazón de Jesús. El Salvador no podía ver a través de los portales de la tumba. La esperanza no le presentaba su salida del sepulcro como vencedor ni le hablaba de la aceptación de su sacrificio por el Padre. Temía que el pecado fuese tan ofensivo para Dios que su separación resultase eterna. *1
Gracias al Señor que nosotros por medio de su sacrificio no tendremos que padecer tal angustia. Lamentablemente, la historia será muy distinta para los que rechacen su llamado. En ese momento Jesús,
Sintió la angustia que el pecador sentirá cuando la misericordia no interceda más por la raza culpable. El sentido del pecado, que atraía la ira del Padre sobre él como substituto del hombre, fué lo que hizo tan amarga la copa que bebía el Hijo de Dios y quebró su corazón. *1
Hago una pequeña pausa, porque siempre me gusta ver la reacción que hay en el cielo ante estos eventos. La historia humana es una historia para todo el universo.
Todo el cielo y los mundos que no habían caído fueron testigos de la controversia. Con qué intenso interés siguieron las escenas finales del conflicto. Vieron al Salvador entrar en el huerto de Getsemaní, con el alma agobiada por el horror de las densas tinieblas. Oyeron su amargo clamor: “Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso.” Al retirarse de él la presencia del Padre, le vieron entristecido con una amargura de pesar que excedía a la de la última gran lucha con la muerte. El sudor de sangre brotó de sus poros y cayó en gotas sobre el suelo. Tres veces fué arrancada de sus labios la oración por liberación. El Cielo no podía ya soportar la escena, y un mensajero de consuelo fué enviado al Hijo de Dios. *2
El Cielo contempló a la Víctima entregada en las manos de la turba homicida y llevada apresuradamente entre burlas y violencias de un tribunal a otro…Burlado, azotado, condenado y llevado a ser crucificado, cargado con la pesada cruz, entre el llanto de las hijas de Jerusalén y los escarnios del populacho. *2
El Cielo contempló con pesar y asombro a Cristo colgado de la cruz, mientras la sangre fluía de sus sienes heridas y el sudor teñido de sangre brotaba en su frente. De sus manos y sus pies caía la sangre, gota a gota, sobre la roca horadada para recibir el pie de la cruz. Las heridas hechas por los clavos se desgarraban bajo el peso de su cuerpo. Su jadeante aliento se fué haciendo más rápido y más profundo, mientras su alma agonizaba bajo la carga de los pecados del mundo. Todo el cielo se llenó de asombro cuando Cristo ofreció su oración en medio de sus terribles sufrimientos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Sin embargo, allí estaban los hombres formados a la imagen de Dios uniéndose para destruir la vida de su Hijo unigénito. ¡Qué espectáculo para el universo celestial! *2
Qué triste para los ángeles, que desde su creación habían adorado y servido a su Señor.
Con asombro, los ángeles presenciaron la desesperada agonía del Salvador. Las huestes del cielo velaron sus rostros para no ver ese terrible espectáculo. La naturaleza inanimada expresó simpatía por su Autor insultado y moribundo. El sol se negó a mirar la terrible escena. Sus rayos brillantes iluminaban la tierra a mediodía, cuando de repente parecieron borrarse. Como fúnebre mortaja, una obscuridad completa rodeó la cruz. “*1
Aun en medio de todo, en la oscuridad y el sufrimiento, Dios está allí, y Jesus confiaba en esa promesa. “Aunque ande en valle de sobra y de muerte Tu estarás conmigo.”
En esa densa obscuridad, se ocultaba la presencia de Dios. El hace de las tinieblas su pabellón y oculta su gloria de los ojos humanos. Dios y sus santos ángeles estaban al lado de la cruz. El Padre estaba con su Hijo. Sin embargo, su presencia no se reveló. Si su gloria hubiese fulgurado de la nube, habría quedado destruido todo espectador humano. En aquella hora terrible, Cristo no fué consolado por la presencia del Padre. Pisó solo el lagar y del pueblo no hubo nadie con él. *1
Finalmente, concluyo la obra que redentora en esa cruz.
Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. Lucas 23:46.
Pero ya no fue con la tristeza o la angustia que había tenido solo momentos antes.
De repente, la lobreguez se apartó de la cruz, y en tonos claros, como de trompeta, que parecían repercutir por toda la creación, Jesús exclamó: “Consumado es.” “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” Una luz circuyó la cruz y el rostro del Salvador brilló con una gloria como la del sol. Inclinó entonces la cabeza sobre el pecho y murió. *1
En esas terribles horas había confiado en la evidencia que antes recibiera de que era aceptado de su Padre. Conocía el carácter de su Padre; comprendía su justicia, su misericordia y su gran amor. Por la fe, confió en Aquel a quien había sido siempre su placer obedecer. Y mientras, sumiso, se confiaba a Dios, desapareció la sensación de haber perdido el favor de su Padre. Por la fe, Cristo venció. *1
Todo fue una victoria. El Señor había cumplido con su misión. Todo aquel que se acercase a Él podía ser salvo.
Bien podían, pues, los ángeles regocijarse al mirar la cruz del Salvador; porque aunque no lo comprendiesen entonces todo, sabían que la destrucción del pecado y de Satanás estaba asegurada para siempre, como también la redención del hombre, y el universo quedaba eternamente seguro. Cristo mismo comprendía plenamente los resultados del sacrificio hecho en el Calvario. Los consideraba todos cuando en la cruz exclamó: “Consumado es.” *2
Ahora por Su sangre tenemos la vida eterna.
Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Hebreos 9:12.
 
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
 
1* El Deseado De Todas Las Gentes, “78. El Calvario”, Elena G. de White
2* El Deseado De Todas Las Gentes, “79. Consumado Es”, Elena G. de White

miércoles, marzo 31, 2010

Jesús Y La Cena Parte 1

Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis. Juan 13:1-17
Qué gran lección de humildad les enseñó Jesús a sus discípulos. Siempre existía una rivalidad entre ellos.

¿Quién de todos es el mayor?

No habiendo un sirviente en esta ocasión un de los discípulos se tendría que humillar y lavar los polvorientos pies a los demás. Pero ninguno de ellos estaba dispuesto a rebajarse hasta tal punto.

Jesús se quedo esperando por un momento para ver si alguno reaccionaba y luego él empezó a hacerlo.

Como es posible que el príncipe del universo, aquel que creó el universo se encontrase lavándole los pies a estos hombres insignificantes.

Pedro se quebranto de corazón, entendía su error y no podía dejar a su Señor humillarse de esa forma. “No me lavaras los pies jamás,” fue su respuesta.

Pero Jesús con este los estaba preparando para que trabajasen juntos. Obviamente para este momento ya Judas estaba lejos de la gracia Divina. Pero los otros discípulos necesitaban humillarse, aceptar a Jesús y trabajar unidos. Jesús le respondió, “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.”
Cristo había venido para lavar el corazón de la mancha del pecado. Al negarse a permitir a Cristo que le lavase los pies, Pedro rehusaba la purificación superior incluida en la inferior.*
Este símbolo nos indica nuestra necesidad de la sangre redentora de Jesús. No somos dignos y necesitamos que él nos limpie de toda mancha de pecado.
Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Isaías 1:18.
Como Pedro y sus hermanos, nosotros también hemos sido lavados en la sangre de Cristo, y sin embargo la pureza del corazón queda con frecuencia contaminada por el contacto con el mal. Debemos ir a Cristo para obtener su gracia purificadora. Pedro rehuía el poner sus pies contaminados en contacto con las manos de su Señor y Maestro; pero ¡con cuánta frecuencia ponemos en contacto con el corazón de Cristo nuestros corazones pecaminosos y contaminados! *
Pero aun sin ser dignos o merecedores no hay otro camino a la salvación que Cristo Jesús.
El es el único que puede lavarnos. No estamos preparados para la comunión con él a menos que seamos limpiados por su eficacia.*
Juan lo llamo el cordero que nos limpia.
He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Juan 1:29.
El santo Vigilante del cielo está presente en estos momentos para hacer de ellos momentos de escrutinio del alma, de convicción del pecado y de bienaventurada seguridad de que los pecados están perdonados.*
Pero tal perdón solo esta disponible a aquel que se humilla y va en pos de él. La humildad, la confesión el arrepentimiento son la única salida para nuestra condición actual.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 1 Juan 1:9.
Interesantemente en estos actos de servicio podemos ver el origen de Dios y su carácter de amor.
En su vida y sus lecciones, Cristo dio un ejemplo perfecto del ministerio abnegado que tiene su origen en Dios. Dios no vive para sí. Al crear el mundo y al sostener todas las cosas, está sirviendo constantemente a otros. El "hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos." * Este ideal de ministerio fue confiado por Dios a su Hijo. Jesús fue dado para que estuviese a la cabeza de la humanidad, a fin de que por su ejemplo pudiese enseñar lo que significa servir. Toda su vida fue regida por una ley de servicio. Sirvió y ministró a todos. Así vivió la ley de Dios, y por su ejemplo nos mostró cómo debemos obedecerla nosotros.*
Qué gran contraste habrá aquel día cuando todo ojo le verá. El que nació en un pesebre, el que fue un humilde carpintero, el que fue maltratado, burlado, colocado entre los criminales y finalmente matado, vendrá en las nubes de los cielo con poder y gran gloria.

Los redimidos irán a morar con el por toda la eternidad. Pero en este momento lo único que podemos hacer para alcanzar ese regalo de salvación es, ir en pos de él y tomar nuestra cruz.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. Mateo 16:24-27.
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!

 
* El Deseado De Todas Las Gentes, “71. Un Siervo De Siervos”, Elena G. de White

lunes, marzo 29, 2010

Jesús En El Getsemaní

Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Mateo 26:36-42
Fue en este lugar en donde el Señor Jesús tendría su lucha mas grande. Su humanidad se sentía debilitada y angustiada. Las fuerzas se habían ido.
Cada paso le costaba un penoso esfuerzo. Dejaba oír gemidos como si le agobiase una terrible carga. Dos veces le sostuvieron sus compañeros, pues sin ellos habría caído al suelo. *
“Mi alma esta triste hasta la muerte”, fueron sus palabras. El peso del pecado estaba causando una separación tan grande con su Padre que se sentía desesperado. Desde el principio Jesús y su Padre nunca se habían separado. Por primera vez el pecado había creado una densa y oscura separación que Jesús no veía el sol de justicia. Los rayos de misericordia se habían apartado de Él.

Dios ama al pecador, pero odia el pecado. Cargando el pecado de toda la humanidad, Dios ya no podía socorrerle.




Pero Dios sufrió con su Hijo. Los ángeles contemplaron la agonía del Salvador. Vieron a su Señor rodeado por las legiones de las fuerzas satánicas, y su naturaleza abrumada por un pavor misterioso que lo hacia estremecerse. Hubo silencio en el cielo. Ningún arpa vibraba. Si los mortales hubiesen percibido el asombro de la hueste angélica mientras en silencioso pesar veía al Padre retirar sus rayos de luz, amor y gloria de su Hijo amado, comprenderían mejor cuán odioso es a su vista el pecado. *
El enemigo ha corrompido la imagen, el carácter de Dios. El mundo piensa que a Dios no le importan nuestras vidas diarias. Que El no se interesa por nosotros. En medio del dolor y el sufrimiento, El está lejos. Piensa que quizá Dios nos creo y luego dejo a este mundo para que enfrentase su propia suerte. Pero podemos ver que Dios realmente entiende nuestras necesidades y se entristece al vernos sufrir.

El corazón humano anhela simpatía en el sufrimiento. Este anhelo lo sintió Cristo en las profundidades de su ser. *
El que siempre había tenido palabras de simpatía para ellos, sufría ahora agonía sobrehumana, y anhelaba saber que oraban por él y por sí mismos. *
Jesús experimentó tal sentir por el cual podemos ver que Dios se compadecer de nuestras necesidades. No hay lágrimas derramadas que él no vea y con corazón tierno se compadezca. Jesús estuvo allí y conoció sufrimiento para luego poder interceder por nosotros.
 
Tan grande era esta lucha que el Señor le dijo a su Padre, que si era posible pasase sobre él la copa amarga que debía tomar. Pero la relación estrecha con su Padre lo llevaba a siempre aceptar la voluntad de Dios.
 
Pero Su cuerpo continuaba debilitándose y El cayó al suelo mientras oraba al Padre celestial.

Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Lucas 22:34.
La ciencia ha tratado de explicar tal condición. “Hematidrosis”: debido a la angustia experimentada por un individuo, lo vasos capilares en las glándulas sudoríficas se rompen. Esto causa que la persona empiece a sudar gotas de sangre. Como resultado, su piel también queda extremadamente frágil.

Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega. Mateo 26:43-46.
La gran batalla, el conflicto cósmico estaba por determinarse en el huerto del Getsemaní. Lo que había empezado en el cielo y continuado en la tierra se determinaría en este lugar.
 
Las huestes de las tinieblas estaban alrededor de Jesús tratando de destruirle. Así como Satanás con sus ángeles están alrededor nuestro cada día, tratando de destruirnos lo estaban en esa noche con Jesús. Si no fuese por los ángeles poderosos del cielo nosotros seriamos despedazados por las potestades de las tinieblas.
 
El enemigo hizo todo cuanto pudo para convencer a Jesús a que no muriese por la raza humana. No lo merecen, eran sus palabras. Satanás tenía todo en juego en este momento. Le dijo a Jesús: tu propio pueblo te matara, tu discípulo te traicionara, uno de ellos te negará, todos te abandonarán, la mayoría te rechazará.
 
No era demasiado tarde aun. Jesús podía limpiar la gotas de sangre de su desfigurado rostro y ascendido al Padre dejando este mundo a que pereciese tal como lo merecíamos. Por segunda vez le pregunto al Padre si fuese posible que pudiese pasar sobre el esa copa. Nuevamente encontró a sus discípulos durmiendo.
 
Pero El deseaba hacer la voluntad del Padre. Por tercera vez regreso a orar. Si es posible pase de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad.

Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Lucas 22:43.
El ángel que tomo el puesto de Lucifer en el cielo descendió para fortalecer a Jesús. No quitaría la copa amarga de sus manos, tampoco le daría fuerzas sobrehumanas para sobrellevar esta carga. Pero le mostraría la razón por la cual El había decidido morir por esta raza caída.

Le mostró los cielos abiertos y le habló de las almas que se salvarían como resultado de sus sufrimientos. Le aseguró que su Padre es mayor y más poderoso que Satanás, que su muerte ocasionaría la derrota completa de Satanás, y que el reino de este mundo sería dado a los santos del Altísimo. Le dijo que vería el trabajo de su alma y quedaría satisfecho, porque vería una multitud de seres humanos salvados, eternamente salvos. La agonía de Cristo no cesó, pero le abandonaron su depresión y desaliento. La tormenta no se había apaciguado, pero el que era su objeto fue fortalecido para soportar su furia. Salió de la prueba sereno y henchido de calma. Una paz celestial se leía en su rostro manchado de sangre. Había soportado lo que ningún ser humano hubiera podido soportar; porque había gustado los sufrimientos de la muerte por todos los hombres. *
Jesús no nos dejaría a perecer sin esperanza. En medio del dolor y el sufrimiento que padecemos en este terrible mundo podemos mirar hacia el cielo y ver que nos espera algo mejor.

Ve que los transgresores de la ley, abandonados a si mismos, tendrían que perecer. Ve la impotencia del hombre. Ve el poder del pecado. Los ayes y lamentos de un mundo condenado surgen delante de él. Contempla la suerte que le tocara, y su decisión queda hecha. Salvará al hombre, sea cual fuere el costo. Acepta su bautismo de sangre, a fin de que por él los millones que perecen puedan obtener vida eterna. *
La decisión queda hecha y la batalla decidida. Gracias a Dios podemos ser salvos. Gracias a la muerte de Jesús estaremos en el cielo aunque no lo merezcamos.
 
Pero habiendo hecho tan grande sacrificio por amor, ahora nosotros debemos aceptarle. Nosotros debemos ir en pos de Él y aceptar tan grande salvación.





¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!


 
* El Deseado De Todas Las Gentes, “74. Getsemaní”, Elena G. de White

domingo, marzo 28, 2010

La Entrada Triunfal Parte 1 (Semana Santa)

Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo. Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima. Y a su paso tendían sus mantos por el camino. Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! Lucas 19:28-38.
El primer día de la semana Jesús les dio instrucciones específicas a sus discípulos. Ellos se admiraron al ver que todo lo que el Señor les dijo se cumplió. Encontraron el asna en el lugar donde El les había dicho y respondieron de la forma en la cual el les había indicado.

La idea de los discípulos es que Jesús había venida a librarlos y a establecer Su reino. Contentos estuvieron mas que dispuestos a colocar sus mantos sobre el asna y sentar a Jesús sobre ella para la entrada triunfal a Jerusalén.

Mientras descendían del monte de los Olivos presenciaban la magnífica ciudad y el sol brillante que reflejaba sobre el majestuoso templo. La nación se sentía orgullosa por el templo el cual había sido dedicado a Dios pero que lamentablemente les era mas importante que Dios mismo.

La multitud empezaba a crecer y todos gritaban contentos que su rey había llegado. Tiraban palmas en el suelo mientras el asna avanzaba lentamente hacia la ciudad.

De repente vieron una imagen tan extraña que dejó a todos confundidos.


Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella Lucas 19:41.
Al ver a Jesús llorar, a todo les bajo un sentimiento de tristeza inexplicable. No era como las lagrimas que derramo sobre la tumba de Lázaro. Eran gemidos, eran un clamor de terrible agonía.


…el Redentor del mundo se sintió abrumado por súbita y misteriosa tristeza. El, el Hijo de Dios, el Prometido de Israel, que había vencido a la muerte arrebatándole sus cautivos, lloraba, no presa de común abatimiento, sino dominado por intensa e irreprimible agonía. *
Aun el cielo quedo en silencio al presenciar esta imagen.


¡Mirad al Rey del cielo derramando copioso llanto! ¡Ved al Hijo del Dios infinito turbado en espíritu y doblegado bajo el peso del dolor! Los cielos se llenaron de asombro al contemplar semejante escena que pone tan de manifiesto la culpabilidad enorme del pecado, y que nos enseña lo que le cuesta, aun al poder infinito, salvar al pecador de las consecuencias que le acarrea la transgresión de la ley de Dios. Dirigiendo Jesús sus miradas hasta la última generación vió al mundo envuelto en un engaño semejante al que causó la destrucción de Jerusalén…Millones de almas sujetas al pecado, esclavas de Satanás, condenadas a sufrir la segunda muerte, se negarían a escuchar las palabras de verdad en el día de su visitación. ¡Terrible ceguedad, extraña infatuación!*
Ya He hablado sobre las imágenes que Jesús vio, lo que realmente lo llevo a llorar. (La Última Noche: Jerusalén). Pero brevemente enfatizo lo que llevo a Jesús a clamar de esta forma.


Diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. Lucas 19:42-44.
No lloraba por sí mismo, por más que supiera adónde iba. Getsemaní, lugar de su próxima y terrible agonía, extendíase ante su vista…Poco más allá se destacaba el Calvario, lugar de la crucifixión. Sobre la senda que pronto le tocaría recorrer, iban a caer densas y horrorosas tinieblas mientras él entregaba su alma en expiación por el pecado. No era, sin embargo, la contemplación de aquellas escenas lo que arrojaba sombras sobre el Señor en aquella hora de gran regocijo, ni tampoco el presentimiento de su angustia sobrehumana lo que nublaba su alma generosa…Lloraba por el fatal destino de los millares de Jerusalén, por la ceguedad y por la dureza de corazón de aquellos a quienes él viniera a bendecir y salvar.” *
El Señor sufría al saber lo que habían rechazado que serían destruidas eternamente. Lloraba al saber que no tendría esperanza de vida eterna. Su condena había llegado.


¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! Mateo 23:37.
Estas palabras me conmueven el corazón al pensar el amor que Jesús tiene hacia nosotros. Dio si vida por nosotros y le continuamos rechazando. Pero no solo lloraba por la nación judía. Lloraba por todos nosotros.


La nación judía era un símbolo de las personas que en todo tiempo desprecian las súplicas del amor infinito. Las lágrimas vertidas por Cristo cuando lloró sobre Jerusalén fueron derramadas por los pecados de todos los tiempos. En los juicios pronunciados sobre Israel, los que rechazan las reprensiones y amonestaciones del Espíritu Santo de Dios pueden leer su propia condenación.*
Cristo vió en Jerusalén un símbolo del mundo endurecido en la incredulidad y rebelión que corría presuroso a recibir el pago de la justicia de Dios. Los lamentos de una raza caída oprimían el alma del Señor, y le hicieron prorrumpir en esas expresiones de dolor. Vió además las profundas huellas del pecado marcadas por la miseria humana con lágrimas y sangre; su tierno corazón se conmovió de compasión infinita por las víctimas de los padecimientos y aflicciones de la tierra; anheló salvarlos a todos. Pero ni aun su mano podía desviar la corriente del dolor humano que del pecado dimana; pocos buscarían la única Fuente de salud. El estaba dispuesto a derramar su misma alma hasta la muerte, y poner así la salvación al alcance de todos; pero muy pocos iban a acudir a él para tener vida eterna.*
Ojala que durante este corto tiempo que nos queda, podamos aceptar a Jesús en nuestras vidas. Que tristeza trae al corazón de los han luchado por llevar el evangelio a las personas y han sido rechazados. Pero que tristeza mas grande trae al corazón de Jesús, saber que El murió por nosotros y nosotros despreciamos tan grande salvación.

Dejémosle entrar a nuestras vidas. Permitámosle que transforme nuestros corazones y nos gozaremos al verle regresar pronto en las nubes de los cielos.
 


¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN, SEÑOR JESÚS!
 
El Conflicto De Los Siglos, “1. La Destrucción De Jerusalén”, Elena G. de White

sábado, marzo 27, 2010

Jesús En El Principio (Semana Santa)

Estaremos recorriendo algunos de los eventos que transcurrieron durante la última semana de la pasión del Señor Jesús. Para poder entender realmente lo que el Señor hizo por nosotros debemos primeramente recordar quien es El.

El Sacrificio, la muerte en la cruz, el precio de la salvación solo entra en contexto cuando se entiende quien realmente fue nuestro amado Jesús. Mas aun, la relación que debe existir con el Señor va mas allá de las emociones y los sentimientos por lo que Jesús sufrió durante esta semana.


En El Principio
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho… Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Juan 1:1-3; 14.
Recordemos que Jesús es Dios hecho hombre. Lamentablemente, muchos niegan este hecho. Pero apóstol san Juan nos aclara que Jesús (el verbo) era con Dios y era Dios. Jesús creó los mundos y luego El se hizo carne y luego habito entre nosotros.

La gloria del Padre está en Jesús puesto que El y el Padre uno son. Aunque cubierto por el manto de humanidad, la gloria de Dios estaba en el. No podemos comprender completamente este concepto pero Jesús fue 100% humano y fue 100% divino.
Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. Hebreos 1:1-3.
Jesús es el resplandor de su gloria, la imagen mima de su sustancia. Por lo cual El recibía en el cielo la misma adoración, la misma honra que el Padre. Sin tener principio ni fin El es Dios.


Aunque Era Dios
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Filipenses 2:5-11.
Llegamos a entender un poco mejor cuán grande fue el sacrificio en favor de la humanidad. El se humillo siendo Dios, se despojo de todo, siendo adorado en el cielo y vino a morir una de las peores muertes para salvarnos a nosotros. No era obligación hacerlo, fue una decisión que El tomó por amor a nosotros.


El Pagó El Precio De Nuestros Pecados
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Isaías 53:3-6.
Nuestro destino a causa del pecado, fue cambiado por medio de Cristo Jesús. Mereciendo la muerte el nos trajo la vida, pues El es la vida.
Cristo fué tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fué condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. El sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. *
¿Porqué Lo Hizo?
Dios dió a su Hijo unigénito para que llegase a ser miembro de la familia humana, y retuviese para siempre su naturaleza humana. Tal es la garantía de que Dios cumplirá su promesa…Dios adoptó la naturaleza humana en la persona de su Hijo, y la llevó al más alto cielo. Es “el Hijo del hombre” quien comparte el trono del universo. Es “el Hijo del hombre” cuyo nombre será llamado: “Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.” El YO SOY es el Mediador entre Dios y la humanidad, que pone su mano sobre ambos. El que es “santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores,” no se avergüenza de llamarnos hermanos. En Cristo, la familia de la tierra y la familia del cielo están ligadas. Cristo glorificado es nuestro hermano. El cielo está incorporado en la humanidad, y la humanidad, envuelta en el seno del Amor Infinito.*
El Señor vino a reconciliarnos con el Padre. El vino a reunificar a la familia terrenal con la celestial. Jesús vino a restaurar lo que experimentaban Adán y Eva en el Edén. ¡Qué privilegio! Somos llamados hijos de Dios, hermanos de Jesús y hechos parte de la familia real.


Recompensa Final
Con todo lo que el Señor Jesús hizo, podemos estar seguros que pronto regresará. Podemos estar seguros que todos los que hayamos creído en El, que todos los que le hayamos aceptado he ido en pos del seremos reunidos en el reino de los cielos. Cuando el Señor venga, tanto los justos muertos como los vivos recibirán la recompensa final, pues fiel y justo es aquel que lo ha prometido.
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. Filipenses 3:20, 21.
Por su vida y su muerte, Cristo logró aun más que restaurar lo que el pecado había arruinado…en Cristo llegamos a estar más íntimamente unidos a Dios como que si nunca hubiésemos pecado. Al tomar nuestra naturaleza, el Salvador se vinculó con la humanidad por un vínculo que nunca se ha de romper. A través de las edades eternas, queda ligado con nosotros.*

¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!



El Deseado De Todas Las Gentes, “1. Dios Con Nosotros”, Elena G. de White