sábado, mayo 14, 2011

La Tierra Nueva, Un Lugar Real - Parte 2

La Nueva Jerusalén


La Nueva Jerusalén es la ciudad capital de esta nueva tierra. En el lenguaje hebreo, Jerusalén significa "ciudad de paz." La Jerusalén terrenal rara vez ha hecho honor a su nombre, pero el nombre Nueva Jerusalén se reflejará con exactitud esa realidad.

Un vínculo que une. En un sentido, esa ciudad une el cielo y la Tierra nueva. En primer lugar, el termino cielo significa “firmamento”. La Escritura lo usa para referirse a (1) a los cielo atmosféricos (Génesis 1:20), (2) la expansión (Génesis 1:14-17), y (3) el "tercer cielo", donde el Paraíso esta localizado (2 Cor. 12:2-4). De esta conexión de "cielo" con Paraíso, es que pasó a ser a ser sinónimo con Paraíso, el lugar del trono y la morada de Dios. De ahí que por extensión, el reino de la Biblia llama “reino de los cielos” al reino de Dios y su dominio, y a la gente que voluntariamente acepta su reino.

Cuando Dios Instale la Nueva Jerusalén en el planeta Tierra (Apocalipsis 21:1, 2), contestará mas allá de todas las expectativas la petición del Padre Nuestro que dice: “Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”. No solamente renueva la tierra sino que la exalta. Trascendiendo su estado original antes de la caída, la convierte en la capital del universo.

La descripción física. Juan usa términos románticos para comunicar la belleza de la Nueva Jerusalén: La ciudad es como una "novia ataviada para su esposo" (Apocalipsis 21:2). Su descripción de los atributos físicos de la ciudad que nos presenta su realidad.

1. Su luz. El primer atributo específico que Juan notó al ver “la novia, la esposa del Cordero'" fue "su luz" (Ap. 21:9, 11). La gloria de Dios ilumina la ciudad, haciendo que la luz del sol y la luna sea superflua (Ap. 21:23, 24). En la nueva Jerusalén no hay callejones oscuros, porque por las paredes y las calles son translúcidas y "allí no habrá noche" (Apocalipsis 21:25). "No tienen necesidad de luz, de lámpara, ni de luz de sol, porque Dios el Señor iluminara" (Ap. 22:5).


2. Su construcción. Dios ha usado solo los materiales más finos en la construcción de la ciudad. Las paredes son de jaspe, “semejante a una piedra más preciosísima" (Ap. 21:11, 18). Los cimientos están adornados con doce gemas distintas: jaspe, zafiro, ágata, esmeralda, ónice, cornalina, crisolito, berilo, topacio, crisoprasa, Jacinto, amatista (Apoc. 21:19,20)

Sin embrago, estas gemas no son el material principal de la construcción. Porque Dios hizo la mayor parte de la cuidad, sus edificios y calles, de oro (Apoc. 21:18,21), usando ese metal precioso tan libremente como la gente ahora usa el cemento. Este oro es más fino que cualquier oro que ahora conozcamos, porque Juan lo llama “oro puro, semejante a vidrio limpio” (Apoc. 21:18).

Doce puertas, cada una hecha de una sola perla, son el acceso principal a la ciudad. “Las perlas son el producto del sufrimiento: uno pequeña particula irritante se introduce en la concha de la ostra, y mientras esa pequeña criature sufre, tanto se transforma aquella molestia en una gema preciosa. Las puertas son de perla. Dios paso por un sufrimiento personal infinito para hacer posible nuestra entrada mediante Cristo quien reconcilio todas las cosas”.

Tan significativa es hoy la lista de materiales que se usaron en la construcción de la cuidad como el hecho de que el ángel que mostro a Juan la ciudad midió sus paredes. El hecho de que se las puede medir, que posean dimensiones de altura, longitud y espesor, ayuda a que esta generación pragmática y materialista comprenda cuan real es la cuidad.

3. Los alimentos y el agua. Desde el trono de Dios en el centro de la ciudad fluye el "río limpio de agua vida" (Apoc. 22:1). Y como una higuera de Bengala con sus múltiples troncos, el árbol de la vida crece "a uno y otro lado del río." Sus doce frutos contienen el elemento vital de cual la raza humana ha carecido desde que Adán y Eva tuvieron que salir del Edén: el antídoto para la vejez, el deterioro y el simple cansancio (Apoc. 22:2; Gen. 3:22). Los que comen del fruto de este árbol no necesitan noche para descansar (compárese Apoc. 21:25), porque en la nueva tierra nunca sentirán cansancio.

Nuestro hogar eterno

La Biblia afirma inequívocamente que al final los salvos heredarán este mundo (Mat. 5:5; Sal. 37:9, 29; 115:16). Jesús prometió prepara para sus seguidores "moradas" en la casa de su Padre (Juan 14:1-3). Como podemos notar, la Escritura localiza el trono del Padre y la mansiones celestiales en la Nueva Jerusalén, la cual descenderá a esta planeta (Apoc. 21:2, 3, 5).

Cuidad-hogar. La Nueva Jerusalén es la ciudad que Abraham buscaba (Heb. 11:10). Dentro de esa vasta ciudad Cristo está preparando "mansiones" (Juan 14:2), o como la palabra original lo indica, "morados", hogares verdaderos.

Hogares en el campo. Sin embardo los redimidos no estarán confinados dentro de las paredes de la Nueva Jerusalén. Ellos heredarán la tierra. De sus hogares en la ciudad los redimidos irán al campo a diseñar y construir el hogar de sus sueños. Alli plantaran vinas y comerán el fruto de ellas (Isa. 65:21).

En casa con Dios y Cristo. En la tierra nueva la promesa que Jesús hizo a sus discípulos se cumplirá eternamente: "Para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (Juan 14:3). El propósito de la encarnación: "Dios con nosotros", finalmente habrá llegado a su meta. "'He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios" (Apoc. 21:3). Aquí los salvados tendran el privilegio de vivir en la presencia y el compañerismo del Padre y el Hijo.

¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!

* Creencia Fundamental de la Iglesia Adventista del Septimo Dia - 28 "La Tierra Nueva"
* www.facebook.com/Secondcomingheaven

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