El tercer ángel terminó así su mensaje: “Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús.” Al repetir el ángel estas palabras, señalaba al santuario celeste. La mente de cuantos aceptan este mensaje se dirige hacia el lugar santísimo, donde Jesús está ante el arca, obrando su final intercesión por todos aquellos para quienes hay todavía misericordia, y por los que ignorantemente han quebrantado la ley de Dios. Esta expiación sirve lo mismo para los justos muertos que para los justos vivos. Incluye a todos los que murieron esperanzados en Cristo, pero que, por no haber recibido luz sobre los mandamientos de Dios, pecaron ignorantemente al transgredir sus preceptos.
Después que Jesús abrió la puerta del lugar santísimo, vióse la luz del sábado, y el pueblo de Dios fué puesto a prueba, como antiguamente los hijos de Israel, para ver si guardaría la ley de Dios.
Vi que el tercer ángel señalaba hacia lo alto, indicando a las almas desalentadas el camino al lugar santísimo del santuario celeste. Los que allí entraban por fe, hallaban a Jesús, y resurgían en ellos la esperanza y el júbilo. Vi que volvían los ojos atrás, desde la proclamación del segundo advenimiento de Jesús hasta la experiencia sufrida al transcurrir la fecha de 1844. Se explicaban entonces el desengaño, y de nuevo los alentaba gozosa certidumbre. El tercer ángel había esclarecido el pasado, el presente y el porvenir, y comprendían que en efecto los había guiado Dios con su misteriosa providencia.
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
* Testimonios Selectos Tomo 2, "El Mensaje del Tercer Angel”, Elena G. de White
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