Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Hechos 2:12.Hemos de orar por el derramamiento del Espíritu como remedio para las personas enfermas de pecado. La iglesia necesita convertirse, y, como sus representantes, ¿por qué no hemos de postrarnos ante el trono de la gracia con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, a fin de suplicar fervientemente que el Espíritu Santo sea derramado sobre nosotros? Oremos para que cuando bondadosamente sea otorgado, nuestros fríos corazones sean reavivados, y como resultado podamos tener el discernimiento para comprender que proviene de Dios y lo recibamos con gozo.
Algunos han tratado al Espíritu como a un huésped indeseado, rehusando recibir el rico don, negándose a reconocerlo, apartándose de él y condenándolo como fanatismo. Cuando el Espíritu Santo obra en el agente humano, no nos pregunta de qué manera deberá actuar. A menudo procede de maneras inesperadas. Cristo no llegó como lo esperaban los judíos. No vino para glorificarlos como nación. Su precursor se presentó para prepararle el camino, llamando a la gente a arrepentirse de sus pecados, a convertirse y a ser bautizada. El mensaje de Cristo era: “El reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio”. Marcos 1:15.
Los judíos rehusaron recibir a Cristo porque no apareció en armonía con sus expectativas. Por la mucha experiencia que tenían, las ideas de los hombres fueron tenidas por infalibles. Este es el peligro al cual está expuesta la iglesia: que las invenciones de seres finitos señale la manera precisa como ha de venir el Espíritu Santo. Aunque no quieran reconocerlo, algunos ya han hecho esto. Y como el Espíritu ha de venir, no para alabar a los hombres o para vigorizar sus teorías equivocadas, sino para reprochar al mundo de pecado, de justicia y de juicio, muchos se apartarán de él... El Espíritu Santo no adula a nadie, ni hace su obra de acuerdo con los planes de hombre alguno.
Los hombres finitos y pecadores no conducirán al Espíritu Santo. Mediante cualquier agente humano que Dios elija para reprender, la posición del hombre es escuchar y obedecer su voz.—The Ellen G. White 1888 Materials, 1540, 1541.
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
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