miércoles, noviembre 02, 2011

Pensamiento Del Día

Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Hechos 5:14, 15.
Las últimas palabras de Cristo [a sus discípulos] fueron: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Marcos 16:15. Y extendiendo sus manos sobre ellos en actitud de bendición, ascendió al cielo rodeado por las huestes de ángeles celestiales que habían venido a escoltarlo en su camino hacia los portales de Dios. Esta misión convirtió a sus discípulos en agentes mediante los cuales el evangelio de las buenas nuevas había de llegar a todas las naciones. Esta fue la última voluntad y testamento de Cristo a sus seguidores que caminaron con él durante los años de su ministerio terrenal, y a los que creerían en él por medio de la palabra de ellos. Su primera obra en el cielo estuvo en armonía con el último encargo que hizo sobre la tierra. Les envió la promesa del Padre. El día del Pentecostés el Espíritu Santo fue derramado sobre los discípulos en oración, y ellos testificaron acerca de su origen adondequiera que iban.

El espíritu misionero fue derramado en provisión ilimitada, y los discípulos testificaron de un Salvador crucificado y resucitado, y convencieron al mundo de pecado, de justicia y del juicio venidero. Hicieron exactamente lo que el Señor levantado de la tumba les había indicado, y comenzaron a publicar el evangelio en Jerusalén, en el mismo lugar donde existían los prejuicios más profundos, y donde prevalecían las ideas más confusas con respecto al que había sido clavado en la cruz como un malhechor. Tres mil personas recibieron el mensaje y se convirtieron. No fueron intimidados por la persecución, la cárcel y la muerte; más bien continuaron hablando con todo denuedo las palabras de verdad, presentando a los judíos la obra, la misión y el ministerio de Cristo, su crucifixión, resurrección y ascensión; y cada día se añadían creyentes—hombres y mujeres—en el Señor.—The Review and Herald, 6 de noviembre de 1894.

¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!

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