jueves, marzo 31, 2011

¿Estamos dispuestos?

Uno de los grandes interrogantes frente a la Adventista del Séptimo Día Iglesia de hoy es: ¿Estamos dispuestos a salir de nuestras zonas de comodidad a dejar que Dios haga lo necesario para preparar a cada uno de nosotros para un verdadero reavivamiento personal y corporativamente, para un cambio o reforma en nuestras vidas para volvernos más y más como Jesús, y para la recepción de la lluvia tardía? Todo esto es sólo a través del poder del Espíritu Santo. La respuesta a esta pregunta es tu elección y mi elección. Como todos sabemos, Dios no nos obligará a cumplir con su voluntad. Se invita, anima, y, sí, ruega con nosotros para responder a sus consejos y deseos. En los últimos meses el llamado al reavivamiento y la reforma ha salido a la iglesia mundial a través de los líderes de nuestra iglesia. ¿Cuál ha sido tu reacción?

En los últimos años hace 100, Elena G. de White, el siervo del Señor dijo: "El renacimiento de la verdadera piedad entre nosotros es el mayor y más urgente de todas nuestras necesidades. Para buscar esta debe ser nuestra primera obra. "( RH, 22 de marzo 1887). Sigue siendo el más grande de nuestras necesidades, y aún para ser nuestro primer trabajo de Jesús no ha regresado. ¿Cómo, entonces, vamos a acercarnos a nuestro primer trabajo y darse cuenta de nuestra necesidad más grande? El modelo de la iglesia apostólica que se prepara para Pentecostés es una ayuda para nosotros hoy.

Antes de que Jesús ascendió, les dijo a sus discípulos que iban a recibir el poder para llevar a cabo la misión que Él les había dado. En Lucas 24:49 Dijo: "He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros, pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto." Estas palabras son reforzadas en Hechos 1:5, 8 , "Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días. "Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra."

Pensamiento Del Día

Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 1 Juan 3:2.
Pronto vendrá Cristo en las nubes de los cielos; por lo tanto, tenemos que estar preparados para encontrarnos con él libres de toda mancha, arruga o algo semejante. Ahora debemos aceptar la invitación de Cristo: “Venid a mí todos los que estáis cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” Mateo 11:28, 29. Las palabras dichas a Nicodemo tienen un gran valor práctico para los que vivimos en este tiempo: “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” Juan 3:5-8.

Nuestros corazones tienen que experimentar el poder de conversión de Dios. Debemos estudiar la vida de Cristo para imitar al Modelo divino. Es fundamental que nos apoyemos en la perfección del carácter de Jesús para transformarnos a su imagen. Nadie entrará en el reino de Dios a menos que sojuzgue sus pasiones y rinda su voluntad en cautiverio a Cristo.

El cielo está libre del pecado y de toda mancha e impureza. Si deseamos vivir en esa atmósfera, y si contemplamos la gloria de Cristo, en virtud de su gracia y su justicia seremos puros de corazón y de carácter perfecto. No debemos relacionarnos con el placer o los pasatiempos, ya que nos estamos preparando para las gloriosas mansiones que Jesús fue a alistar para nosotros. Si somos fieles, si buscamos ser una bendición para otros, y somos pacientes en el bien hacer, cuando venga Cristo nos coronará con la gloria, la honra y la inmortalidad.—The Review and Herald, 28 de abril de 1891.

miércoles, marzo 30, 2011

Pensamiento Del Día

No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Filipenses 3:12. 
En la etapa del primer amor, la vida cristiana se caracteriza por la sencillez y lozanía; pero en la medida en que las oportunidades se multiplican, la experiencia y el conocimiento tendrían que aumentar. Es necesario fortalecerse para asumir responsabilidades, y la madurez debe estar en proporción a los privilegios...

A menos que a cada instante dependamos de Jesús, el aumento del conocimiento y de los privilegios pueden fortalecer el yo y la justicia propia. La juventud cristiana estará en peligro de olvidar que habiendo sido el Señor el que comenzó en ellos la buena obra, él mismo es el que debe también concluirla. Es indispensable renunciar a todo mérito personal, y confiar completamente en los de Aquel que es demasiado sabio para equivocarse. Por sí mismo el nombre no puede hacer nada bueno. Jesús dijo: “Separados de mí nada podéis hacer” Juan 15:5. El creyente debe permanecer en Dios.

Todo el cielo se vació en el don de Cristo, y por intermedio de Jesús se promete el Espíritu Santo a los creyentes. El Señor dijo a sus discípulos: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” Juan 14:26. Además del perdón, y el arrepentimiento, Cristo también ofrece al creyente la constante ayuda del Espíritu Santo.

En el crecimiento de la semilla, el hombre no puede ver los agentes invisibles que llevan a la planta al desarrollo perfecto habiendo sido primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga. Aunque tierno en la fe, usted puede tener la certeza de que pasó de muerte a vida y, como resultado, aparecerán los frutos del Espíritu. Si crece en fe, en la esperanza y el amor, puede saber que su visión espiritual ha sido aclarada. Si le place reflexionar en el plan de la salvación y en las gloriosas manifestaciones del carácter divino, y si como resultado de reflexionar en el amor Dios su corazón brilla por efecto del agradecimiento y la felicidad, puede estar seguro que ha sido iluminado por los rayos del Espíritu Santo y que los agentes celestiales están educando su carácter y elevándolo a la madurez de la vida cristiana.—The Signs of the Times, 27 de marzo de 1893.

martes, marzo 29, 2011

Pensamiento Del Día

Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión, diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. Daniel 9:4, 5. 
La santificación espuria, con su jactancioso espíritu de justicia propia, es extraña a la religión de la Biblia. La mansedumbre y la sumisión son frutos del Espíritu. El profeta Daniel fue un ejemplo de auténtica santificación. Su vida fructífera se caracterizó por un incondicional servicio al Maestro. Fue una persona muy amada por el cielo (véase Daniel 10:11), y se le concedió una honra tal que raramente ha sido otorgada a los mortales. Además, la pureza de su carácter y su fidelidad a toda prueba era igualada únicamente por la sumisión y contrición que lo caracterizaban.

Este honroso profeta estaba tan identificado con el indiscutiblemente pecaminoso pueblo de Israel que, en lugar de considerarse puro y santo, imploró: “Porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias”. “Hemos pecado, hemos hecho impíamente”. “A causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro”.

Después afirmó: “Estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo” Daniel 9:18, 15, 16, 20. Y al final, cuando el Hijo de Dios vino en respuesta a sus plegarias con el propósito de instruirlo, testificó: “Mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno” Daniel 10:8.

Los que realmente están buscando la perfección del carácter jamás deben dejarse dominar por la idea de que son sin pecado. Cuanto más se espacie la mente en el carácter de Cristo, y cuando más se aproxime a su divina imagen, tendrá un discernimiento más claro acerca de su perfección inmaculada; en consecuencia, mayor y más profundo será el concepto de sus defectos y debilidades. Los que piensan estar libres del pecado, manifiestan que están lejos de la santidad. Dicha actitud es el resultado de no tener un conocimiento claro acerca de Cristo, pues creen que pueden reflejar su divina imagen teniéndose a sí mismos como modelo. Cuanto mayor sea la distancia entre el creyente y el Salvador, más justa se considerará la persona en su propia opinión.—The Spirit of Prophecy 4:301, 302.

lunes, marzo 28, 2011

Pensamiento Del Día

Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Hebreos 12:14.
Desde la eternidad Dios escogió para el hombre la opción de la santidad. “La voluntad de Dios es vuestra santificación”. El eco de su voz llega hasta nosotros, diciéndonos: “Más santo, aún más santo”. Nuestra respuesta siempre debería ser: “Sí, Señor, más santo todavía”.

Al nacer, nadie recibe la santidad como un derecho o como un regalo que otra persona pueda darle. La santidad es un don que recibimos de Dios por intermedio de Cristo. Los que aceptan al Salvador llegan a ser hijos espirituales de Dios. Constituyen sus hijos nacidos de nuevo, renovados en la justicia y en la verdadera santidad. Su mente cambia. Y al producirse la renovación de la visión, pueden contemplar las realidades eternas. Gracias al Espíritu Santo, al ser adoptados en la familia de Dios son transformados de gloria en gloria, a su semejanza. Después de haber cultivado el amor al yo como algo supremo, ahora dedican al Padre y a Cristo todo su amor.

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Justificar quiere decir perdonar. Al ser purgado de las obras muertas, el corazón queda en condiciones de recibir todas las bendiciones. “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”. {

El amor de Dios abrigado en el corazón, y manifestado por medio de las palabras y las acciones, hará más para elevar y ennoblecer a los seres humanos que cualquier otro recurso. Este amor encuentra completa y total expresión en la vida de Cristo. Sobre la cruz, el Salvador hizo expiación por la raza caída. La santidad es fruto de ese sacrificio. Por su muerte se nos pudo hacer la promesa de este gran don. El mayor anhelo de Cristo es otorgarnos la santidad. Desea hacernos partícipes de su naturaleza. Quiere salvar a los que se separaron de Dios por su propia cuenta. Los insta a que escojan servirlo y se entreguen completamente a él, para que puedan aprender del Señor cómo hacer la voluntad de Dios.—The Signs of the Times, 17 de diciembre de 1902.