sábado, noviembre 05, 2011

Pensamiento Del Día

Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados. Hechos 2:2. 
Cuando el Espíritu Santo descendió el día del Pentecostés, fue como un viento fuerte y poderoso. No fue dado con una medida escasa; porque llenó el lugar donde estaban sentados los discípulos. Así nos será dado cuando nuestros corazones estén preparados para recibirlo.

Que cada miembro de la iglesia se arrodille delante de Dios y ore sinceramente por el impartimiento del Espíritu. Exclamad: “Señor, aumenta mi fe. Haz que comprenda tu palabra, porque la comprensión de tu palabra proporciona luz. Refréscame mediante tu presencia. Llena mi corazón con tu Espíritu para que pueda amar a mis hermanos así como Cristo me ama a mí”.

Dios bendecirá a los que así se preparan para el servicio. Comprenderán qué significa tener la certeza del Espíritu, porque habrán recibido a Cristo por fe. La religión de Cristo es más que el perdón del pecado; significa que éste es removido y que el vacío lo llena con el Espíritu; que la mente es divinamente iluminada, que el corazón se vacía del yo y es llenado con la presencia de Cristo. Cuando la feligresía realice esta obra, la iglesia será viva y activa.

Debemos tratar más fervientemente de ser de una misma mente y un mismo propósito. Unicamente el bautismo del Espíritu Santo puede llevarnos a lograr este objetivo. Como resultado del renunciamiento propio preparemos nuestro corazón, a fin de recibir el Espíritu Santo para que se pueda hacer por nuestro intermedio una gran obra, de modo que no digamos: “Miren lo que estoy haciendo”, sino: “Miren la bondad y el amor de Dios”...

Podemos hablar de las bendiciones del Espíritu Santo, pero, a menos que nos preparemos para su recepción, ¿de qué valen nuestras obras? ¿Nos estamos esforzando con todas nuestras fuerzas para alcanzar la estatura de hombres y mujeres en Cristo? ¿Estamos buscando su plenitud, avanzando siempre hacia la meta puesta delante de nosotros: el perfecto carácter de Jesús?—The Review and Herald, 10 de junio de 1902.

viernes, noviembre 04, 2011

Pensamiento Del Día

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Hechos 2:41, 42.
Es cierto que en el tiempo del fin, cuando la obra de Dios en la tierra esté por terminar, los fervientes esfuerzos realizados por los consagrados creyentes bajo la dirección del Espíritu Santo irán acompañados por manifestaciones especiales del favor divino. Bajo la figura de la lluvia temprana y tardía que cae en los países orientales en el tiempo de la siembra y la cosecha, los profetas hebreos predijeron el derramamiento de la gracia espiritual en una medida extraordinaria sobre la iglesia de Dios. El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue el comienzo de la lluvia temprana, y gloriosos fueron los resultados. Hasta el fin del tiempo, la presencia del Espíritu ha de morar con la verdadera iglesia.

Pero cerca del fin de la siega de la tierra, se promete una concesión especial de gracia espiritual, para preparar a la iglesia para la venida del Hijo del Hombre. Este derramamiento del Espíritu se compara con la caída de la lluvia tardía; y los cristianos han de elevar sus peticiones al Señor de la mies “en la estación tardía” en procura de este poder adicional. En respuesta, “Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante”. Zacarías 10:1. “Hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía”. Joel 2:23.

A menos que los miembros de la iglesia de Dios tengan hoy una relación viva con la Fuente de todo crecimiento espiritual, no estarán listos para el tiempo de la siega. A menos que mantengan sus lámparas preparadas y ardiendo, no recibirán gracia adicional en tiempo de necesidad especial.—Los Hechos de los Apóstoles, 45.

jueves, noviembre 03, 2011

Pensamiento Del Día

Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe. Hechos 6:7.
Como los discípulos, que llenos del poder del Espíritu salieron a proclamar el evangelio, así los siervos de Dios han de salir hoy. Hemos de realizar la obra del Señor llenos del desinteresado espíritu de dar el mensaje de misericordia a los que están en la oscuridad del error y la incredulidad. Tenemos que realizar nuestra parte en cooperación con él; también actuará sobre los corazones de los incrédulos para desarrollar su obra en las regiones distantes. Muchos ya están recibiendo el Espíritu Santo, que despejará el camino bloqueado por la indiferencia descuidada.

¿Por qué se ha registrado la obra de los discípulos, trabajando con santo celo, animados y vitalizados por el Espíritu Santo, si no es para que hoy el pueblo del Señor obtenga inspiración para trabajar fervorosamente por él? Lo que el Señor hizo por su iglesia en ese entonces, es igualmente esencial que hoy lo haga por su pueblo. En la actualidad cada miembro de iglesia ha de hacer lo mismo que realizaron los apóstoles. Y tenemos que trabajar con tanto o más fervor, para ser bendecidos con una mayor medida del Espíritu Santo, puesto que el crecimiento de la maldad requiere un llamado más decidido al arrepentimiento.

Aquel sobre quien brilla la luz de la verdad presente debe ser conmovido a compasión en favor de los que están en la oscuridad. Cada creyente ha de reflejar la luz en rayos claros y definidos. Hoy el Señor espera realizar una obra similar a la que hizo mediante sus mensajeros delegados después del día de Pentecostés. Cuando el fin de todas las cosas está cerca, el celo de la iglesia actual ¿no debería exceder al de la iglesia primitiva? El fervor por la gloria de Dios impulsó a los discípulos a dar testimonio de la verdad con gran poder. ¿No debería este mismo celo encender nuestros corazones con un anhelo de contar la historia del amor redentor, de Cristo crucificado? ¿No debería revelarse con mayor magnitud el poder de Dios ahora, que en tiempos de los apóstoles?—The Review and Herald, 13 de enero de 1903.

miércoles, noviembre 02, 2011

Pensamiento Del Día

Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Hechos 5:14, 15.
Las últimas palabras de Cristo [a sus discípulos] fueron: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Marcos 16:15. Y extendiendo sus manos sobre ellos en actitud de bendición, ascendió al cielo rodeado por las huestes de ángeles celestiales que habían venido a escoltarlo en su camino hacia los portales de Dios. Esta misión convirtió a sus discípulos en agentes mediante los cuales el evangelio de las buenas nuevas había de llegar a todas las naciones. Esta fue la última voluntad y testamento de Cristo a sus seguidores que caminaron con él durante los años de su ministerio terrenal, y a los que creerían en él por medio de la palabra de ellos. Su primera obra en el cielo estuvo en armonía con el último encargo que hizo sobre la tierra. Les envió la promesa del Padre. El día del Pentecostés el Espíritu Santo fue derramado sobre los discípulos en oración, y ellos testificaron acerca de su origen adondequiera que iban.

El espíritu misionero fue derramado en provisión ilimitada, y los discípulos testificaron de un Salvador crucificado y resucitado, y convencieron al mundo de pecado, de justicia y del juicio venidero. Hicieron exactamente lo que el Señor levantado de la tumba les había indicado, y comenzaron a publicar el evangelio en Jerusalén, en el mismo lugar donde existían los prejuicios más profundos, y donde prevalecían las ideas más confusas con respecto al que había sido clavado en la cruz como un malhechor. Tres mil personas recibieron el mensaje y se convirtieron. No fueron intimidados por la persecución, la cárcel y la muerte; más bien continuaron hablando con todo denuedo las palabras de verdad, presentando a los judíos la obra, la misión y el ministerio de Cristo, su crucifixión, resurrección y ascensión; y cada día se añadían creyentes—hombres y mujeres—en el Señor.—The Review and Herald, 6 de noviembre de 1894.

martes, noviembre 01, 2011

Pensamiento Del Día

Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. Hechos 5:12.
Cristo ha hecho provisión para que su iglesia sea un cuerpo transformado e iluminado con la luz del cielo, y para que esté en posesión de la gloria de Emanuel. Es su propósito que cada cristiano esté rodeado de una atmósfera espiritual de luz y paz. No hay límite para la utilidad de quien, poniendo a un lado el yo, deja actuar al Espíritu Santo en el corazón y vive una vida enteramente consagrada a Dios.

¿Cuál fue el resultado del derramamiento del Espíritu el día de Pentecostés? Las buenas nuevas de un Salvador resucitado fueron llevadas hasta lugares distantes del mundo habitado. Los corazones de los discípulos estaban sobrecargados con una benevolencia tan plena, tan profunda y de tan largo alcance, que los impulsó a ir hasta el fin de la tierra testificando: “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”. Gálatas 6:14. Al proclamar la verdad tal como es en Jesús, los corazones cedían al poder del mensaje. La iglesia veía grupos de conversos que se acercaban a ella desde todas direcciones. Los apóstatas eran reconvertidos. Los pecadores se unían con los cristianos en la búsqueda de la Perla de gran precio.

Los que habían sido los más crueles opositores del evangelio llegaron a ser sus adalides. Se cumplió la profecía de que los débiles serán “como David”, y la casa de David “como el ángel del Señor”. Cada cristiano veía en su hermano la semejanza divina de amor y bondad. Un interés prevalecía. Un tema de emulación absorbía a todos los demás. La única ambición de los creyentes era revelar la semejanza del carácter de Cristo y trabajar para el engrandecimiento de su reino.

Noten que el Espíritu Santo fue derramado sobre los discípulos después de haber cesado las luchas por la posición más elevada. Al estar unánimes llegaron a la unidad perfecta. Todas las diferencias habían sido superadas. Después que el Espíritu les fue dado, el testimonio que se tenía de ellos era el mismo.—The Review and Herald, 30 de abril de 1908.