jueves, mayo 05, 2011

Pensamiento Del Día

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 1 Juan 2:1. 
Los que están en relación con Dios son canales del poder de su Santo Espíritu. Si alguno que experimenta la comunión con el Omnipotente voluntariamente se sale del sendero, no será por haber pecado, sino como consecuencia de no tener la vista siempre fija en Jesús. Sin embargo, el hecho de que haya cometido algún error no lo hace menos querido por Dios, porque cuando el creyente toma conciencia de su falta, regresa, y vuelve a fijar sus ojos en Cristo. Sabe que está en comunión con su Salvador, y cuando es reprochado por su equivocación en un asunto de juicio, no camina de mal humor quejándose de Dios, sino que transforma su error en una victoria. Aprende la lección de las enseñanzas de su Maestro, y presta más atención para no ser engañado nuevamente.

Los que aman verdaderamente a Dios en su interior sienten la reciprocidad del afecto divino, y saben que están en comunión con Cristo porque su corazón arde por efecto del amor ferviente que los une a él. [Entonces] La verdad para este tiempo es creida con toda confianza. Pueden decir con certeza: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad... Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” 2 Pedro 1:16, 19.

La vida interior se manifiesta por la conducta. Permita que la Palabra de Dios testifique a favor del discípulo que Dios envió con un mensaje para estos últimos tiempos, con el fin de preparar a un pueblo que pueda permanecer en el día del Señor. “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!” Isaías 52:7.

La sabiduría del así llamado intelectual no es confiable, a menos que haya aprendido en la escuela de Cristo. El hombre, en su supuesta sabiduría, puede inventar teorías y sistemas filosóficos a las que el Señor califica como vanas y necias: “Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” 1 Corintios 1:25. “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” Gálatas 6:14.—The Review and Herald, 12 de mayo de 1896.

miércoles, mayo 04, 2011

Pensamiento Del Día

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá. Mateo 7:7, 8.
Vengan, busquen y encuentren. El depósito de poder está abierto, lleno y es gratuito. Vengan con humildad de corazón, no pensando que necesitan hacer algo bueno para merecer el favor de Dios, o que tienen que mejorar antes de venir a Jesús. Es imposible que alguien haga alguna obra para superar su propia condición pecaminosa. Como usted es pecador, acuda a Cristo con convicción y fe. Jesús dijo: “Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” Mateo 9:13. Acérquese a Dios y él se aproximará a usted. Pida, busque, llame y crea que gracias a Jesús será aceptado. Confíe en que él hará por usted lo que nunca podrá hacer por sí mismo...

Jesús es nuestro sacrificio expiatorio. No podemos realizar nada para expurgar nuestras faltas; sin embargo, por la fe podemos aceptar la expiación que hizo en nuestro favor. “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” 1 Pedro 3:18. “Sabiendo que fuisteis rescatados... no con cosas corruptibles... sino con la sangre preciosa de Cristo, como la de un Cordero sin mancha y sin contaminación” 1 Pedro 1:18. “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” 1 Juan 1:7. Es en virtud de esa sangre como el creyente agobiado por el pecado puede ver restaurada su pureza. Cuando presente sus peticiones a Dios, el Espíritu Santo le concederá las fieles promesas que él nos ha hecho.

En momentos de perplejidad, cuando Satanás sugiera pensamientos de duda y desánimo, el Espíritu del Señor levantará las fieles promesas de Cristo como bandera contra el enemigo, y los brillantes rayos del Sol de Justicia iluminarán la vida del creyente. Cuando Satanás pretenda agobiarlo con la desesperación, el Espíritu Santo le hará recordar la intercesión que el Salvador hizo por usted. Cristo es la Fragancia, el santo Incienso, que hace que el Padre acepte nuestras peticiones. Cuando la luz de la justicia de Cristo sea plenamente comprendida y aceptada, el amor, la alegría, la paz y un espíritu de gratitud inexpresable llenará todo nuestro ser. Entonces, la expresión del que sea bendecido por él será: “Tu benignidad me ha engrandecido” Salmos 18:35.—The Signs of the Times, 22 de agosto de 1892.

martes, mayo 03, 2011

Pensamiento Del Día

“E invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” Salmos 50:15. 
Cuando sufrimos pruebas que parecen inexplicables, no debemos permitir que nuestra paz sea malograda. Por injusto que sea el trato recibido, no permitamos que se despierte la pasión. Condescendiendo con un espíritu de venganza nos dañamos a nosotros mismos. Destruimos nuestra propia confianza en Dios y ofendemos al Espíritu Santo. Hay a nuestra lado un testigo, un mensajero celestial, que levantará por nosotros una barrera contra el enemigo. Él nos envolverá con los brillantes rayos del Sol de Justicia. A través de ellos Satanás no puede penetrar. No puede atravesar este escudo de luz divina.

Mientras el mundo progresa en la impiedad, ninguno de nosotros necesita hacerse la ilusión de que no tendrá dificultades. Serán ellas mismas las que nos llevarán a la cámara de audiencia del Altísimo. Podemos pedir consejo a Aquel que es infinito en sabiduría.

El Señor dice: “Invócame en el día de la angustia” Salmos 50:15. Él nos invita a presentarle lo que nos tiene perplejos, nuestras carencias y nuestra necesidad de ayuda divina. Nos aconseja ser constantes en la oración. Tan pronto como las dificultades surgen, debemos dirigirle nuestras sinceras y fervientes peticiones. Las oraciones importunas evidencian nuestra vigorosa confianza en Dios. El sentimiento de necesidad nos inducirá a orar con fervor, y nuestro Padre celestial será movido por nuestras súplicas.

Los que sufran el oprobio o la persecución por causa de su fe, a menudo serán tentados a pensar de que Dios los ha olvidado. A la vista de los hombres, se hallan entre la minoría. Según todas las apariencias, sus enemigos triunfan sobre ellos. Pero no violen su conciencia. Aquel que sufrió por ellos y llevó sus pesares y aflicciones, no los olvidará.

Los hijos de Dios no son dejados solos e indefensos. La oración mueve el brazo de la Omnipotencia. Por la oración, los hombres “sojuzgaron reinos, obraron justicia, obtuvieron promesas, cerraron las bocas de los leones, apagaron la violencia del fuego”—y llegamos a saber lo que esto significa cuando oímos acerca de los mártires que murieron por su fe—, “pusieron en fuga a ejércitos de gente extranjera” Hebreos 11:33, 34.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 135, 136.

lunes, mayo 02, 2011

Pensamiento Del Día

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Hebreos 4:15. 
Cristo reside en el que lo acepta por la fe. Al creyente puede sobrevenirle pruebas, sin embargo el Señor lo acompañará. La zarza ardiente no fue consumida por la presencia del Señor. Las llamas no destruyeron ni una fibra de sus hojas. Lo mismo sucederá con el débil agente humano que pone su confianza en Jesús. El horno de la tentación puede arder, la persecución y la prueba sobrevenir, pero únicamente la escoria será consumida. Semejante al oro, el proceso de la purificación le dará más brillo.

Quien está en el corazón del creyente fiel es mucho mayor que aquel que controla la vida de los infieles. No se queje de las pruebas que le sobrevengan. En ese momento, recuerde centrar su atención en Cristo, cuya divinidad se revistió de humanidad para que podamos comprender cuán fuerte es su interés por nosotros. Su identificación plena con la humanidad doliente lo prueba. El gustó la amarga copa de la tristeza humana, y, a semejanza nuestra, fue tentado en todo, a fin de que al ser asaltados por el maligno podamos recibir el socorro oportuno.

El dice: “Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre” Isaías 13:12. Lo hará dándole el Espíritu Santo. También asegura: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” Lucas 11:13.

El Señor nos ha orientado para que en Dios veamos a un Padre y lo consideremos como la fuente del afecto, el manantial de ese amor que a lo largo de los siglos ha estado fluyendo por intermedio del corazón humano. Toda la piedad, la compasión y el amor que se ha manifestado en la tierra siempre emanó del trono de Dios, y, comparado con el amor que habita en su corazón, el nuestro es como una fuente al lado del océano. Dicho amor ha estado fluyendo perpetuamente para fortalecer al débil, darle apoyo al pusilánime y valor moral al inconstante. Dios actúa por intermedio de Jesús; por eso, el ser humano puede acudir al Padre en el nombre de su Hijo. Nuestra ciencia y nuestro canto es: “Escuchen lo que el Señor ha hecho por mí”.—The Signs of the Times, 5 de marzo de 1896.

domingo, mayo 01, 2011

Pensamiento Del Día

No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Juan 14:18. 
Cristo deseaba que sus discípulos entendieran bien que él no los abandonaría. “No os dejaré huérfanos—declaró—; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis” Juan 14:18, 19. ¡Preciosa y gloriosa garantía de vida eterna! Aunque tenía que ausentarse, la relación que ellos podrían tener con él era la misma que existe entre un niño y sus padres.

“En aquel día—continuó diciendo—vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” Juan 14:20. Deseaba que sus discípulos entendieran bien la diferencia que hay entre los que son de este mundo y los que están en Cristo. Estaba próximo a morir, pero anhelaba que tuvieran la certeza de que volvería a vivir. Y después de la ascensión, aunque para los discípulos estuviera ausente, sin embargo, mediante la fe podrían verlo, conocerlo y saber que él continuaría teniendo el mismo interés y amor que les manifestó cuando estuvo con ellos...

Podemos saber qué les prometió a los discípulos porque ellos mismos nos transmitieron su mensaje. El Consolador nos pertenece a nosotros tanto como a ellos en todo tiempo y lugar, en toda tristeza y aflicción, cuando la perspectiva parece sombría y el futuro incierto, o cuando sentimos que estamos solos y desamparados. Esas son las situaciones cuando el Consolador es enviado en respuesta a la oración de fe.

No hay quien nos consuele como lo hace Cristo, tan tierno y verdadero. El es sensible a nuestros sentimientos de flaqueza. Su Espíritu habla a nuestros corazones. Las circunstancias pueden separarnos de nuestros amigos, y el inmenso y agitado océano interponerse entre nosotros y ellos. Aunque la amistad sincera de ellos se mantenga, podría ser que su incapacidad no les permita hacer por nosotros algo que agradeceríamos muchísimo. Sin embargo, no hay situaciones ni distancias que puedan separarnos de nuestro Consolador celestial. Doquiera estemos o vayamos, siempre estará a nuestro lado quien nos fue dado en lugar de Cristo, y actuará en su nombre. Siempre estará presente para confortarnos con expresiones apacibles que sustentan, sostienen, afianzan, defienden y alegran.

La influencia del Espíritu Santo es la vida de Cristo en cada creyente. Actúa en y por intermedio de todos los que reciben a Cristo. Los que aceptan que el Espíritu habite en ellos, el fruto de su vida lo hará evidente: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad y fe.—The Review and Herald, 26 de octubre de 1897.