El punto principal... es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos. Hebreos 8:1.Se presenta a Cristo Jesús como que está continuamente de pie ante el altar, ofreciendo momento tras momento el sacrificio por los pecados del mundo. Él es ministro del verdadero tabernáculo que el Señor levantó y no el hombre. Las sombras simbólicas del tabernáculo judío ya no tienen virtud alguna. No se necesita hacer más una expiación simbólica diaria y anual, pero es esencial el sacrificio expiatorio mediante un Mediador debido a que constantemente se cometen pecados. Jesús está oficiando en la presencia de Dios, ofreciendo su sangre derramada, como si hubiera sido un cordero [literal] sacrificado. Jesús presenta la oblación ofrecida por cada culpa y por cada falta del pecador.
Cristo, nuestro Mediador, y el Espíritu Santo están constantemente intercediendo en favor de la humanidad; pero el Espíritu no ruega por nosotros como lo hace Cristo, quien presenta su sangre derramada desde la fundación del mundo; el Espíritu actúa sobre nuestro corazón extrayendo oraciones y arrepentimiento, alabanza y agradecimiento. La gratitud que fluye de nuestros labios es el resultado de que el Espíritu hace resonar las cuerdas del alma con santos recuerdos que despiertan la música del corazón.
Los servicios religiosos, las oraciones, la alabanza y la contrita confesión del pecado ascienden de los verdaderos creyentes como incienso hacia el Santuario celestial; pero al pasar por los canales corruptos de la humanidad se contaminan tanto, que a menos que se purifiquen con sangre nunca pueden tener valor ante Dios. No ascienden con pureza inmaculada, y a menos que el Intercesor que está a la diestra de Dios presente y purifique todo con su justicia, no son aceptables ante Dios.
Todo el incienso que procede de los tabernáculos terrenales debe ser humedecido con las gotas purificadoras de la sangre de Cristo. Él sostiene ante el Padre el incensario de sus propios méritos, en el cual no hay mancha de contaminación terrenal. Él junta en el incensario las oraciones, las alabanzas y las confesiones de su pueblo, y con ellas pone su propia justicia inmaculada. Entonces asciende el incienso delante de Dios completa y enteramente aceptable, perfumado con los méritos de la propiciación de Cristo. Entonces se reciben bondadosas respuestas.
Ojalá que todos pudieran comprender que todo lo que hay en la obediencia, la contrición, la alabanza y el agradecimiento debe ser colocado sobre el resplandeciente fuego de la justicia de Cristo. La fragancia de esa justicia asciende como una nube alrededor del propiciatorio.—Comentario Bíblico Adventista 6:1077, 1078.