Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era con todos ellos. Hechos 4:33.¿Cuál fue el resultado del derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés? Las buenas nuevas de un Salvador resucitado fueron llevadas a las más alejadas partes del mundo habitado. El corazón de los discípulos quedó sobrecargado de una benevolencia tan completa, profunda y abarcante, que los impulsó a ir hasta los fines de la tierra testificando: “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”. Gálatas 6:14.
Mientras proclamaban la verdad tal cual es en Jesús, los corazones cedían al poder del mensaje. La iglesia veía a los conversos afluir a ella desde todas las direcciones. Los apóstatas se volvían a convertir. Los pecadores se unían con los cristianos en la búsqueda de la perla de gran precio. Los que habían sido acérrimos oponentes del evangelio, llegaron a ser sus campeones... La única ambición de los creyentes consistía en revelar un carácter semejante al de Cristo, y trabajar para el engrandecimiento de su reino...
Gracias a sus labores se añadieron elegidos a la iglesia, quienes, recibiendo la palabra de vida, consagraron su vida a la obra de comunicar a otros la esperanza que había llenado su corazón de paz y gozo. Centenares proclamaron el mensaje: “El reino de Dios se ha acercado”. No se los podía constreñir ni intimidar con amenazas. El Señor hablaba por su medio y, dondequiera que fuesen, los enfermos eran sanados y el evangelio era predicado a los pobres. Tal es el poder con que Dios puede obrar cuando los seres humanos se entregan al dominio de su Espíritu.
A nosotros, tan ciertamente como a los primeros discípulos, nos pertenece la promesa del Espíritu. Dios dotará hoy a hombres y a mujeres del poder de lo alto, como dotó a los que, en Pentecostés, oyeron el mensaje de salvación. En este mismo momento su Espíritu y su gracia son para todos los que los necesitan y quieran aceptar su palabra al pie de la letra.
Notemos que el Espíritu fue derramado después que los discípulos hubieron llegado a la unidad perfecta, cuando ya no contendían por el puesto más elevado. Eran unánimes. Habían desechado todas las diferencias. Y el testimonio que se da de ellos después que les fue dado el Espíritu es el mismo. Advirtamos la expresión: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma”. Hechos 4:32. El espíritu de Aquel que había muerto para que los pecadores viviesen animaba a toda la congregación de creyentes.—Joyas de los Testimonios 3:209-211.
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
* 12 de Agosto - Ser Semejante a Jesús, "El Espíritu Santo capacitará para testificar", Elena G. de White
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