Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal. Romanos 16:19.Adán y Eva osaron transgredir los requerimientos del Señor, y los terribles resultados de su pecado deben ser una amonestación para nosotros acerca de no seguir su ejemplo de desobediencia. Cristo oró por sus discípulos con estas palabras: “Santifícalos en tu verdad, tu Palabra es verdad”. Juan 17:17. No hay santificación genuina sino por medio de la obediencia a la verdad. Los que aman a Dios con todo el corazón amarán también todos sus mandamientos. El corazón santificado está en armonía con los preceptos de la ley de Dios, porque son santos, justos y buenos.
El carácter de Dios no ha cambiado. Él es el mismo Dios celoso como lo fue cuando dio su ley sobre el Sinaí, y la escribió con su propio dedo sobre las tablas de piedra. Los que pisotean la santa ley de Dios pueden decir: “Estoy santificado”; pero el ser verdaderamente santificado y pretender tener la santificación son dos cosas diferentes.
El Nuevo Testamento no ha cambiado la ley de Dios. El carácter sagrado del sábado del cuarto mandamiento está tan firmemente establecido como el trono de Jehová. Juan escribió: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”. 1 Juan 3:4-6.
Estamos autorizados a tener la misma apreciación que tuvo el amado discípulo hacia quienes pretenden permanecer en Cristo y ser santificados mientras viven en la transgresión de la ley de Dios. Él se encontró con la misma clase de personas que nosotros. Dijo: “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que práctica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. 1 Juan 3:7, 8. Aquí el apóstol habla en términos claros al considerar el tema.
Las epístolas de Juan están saturadas de un espíritu de amor. Pero cuando él se enfrenta con esa clase de personas que quebrantan la ley de Dios y sin embargo pretenden estar viviendo sin pecado, no vacila en amonestarlos acerca de su terrible engaño.—1 Juan 1:6-10. La edificación del carácter y la formación de la personalidad, 87-89.