Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Hechos 19:1, 2.Hay muchos que hoy ignoran, tanto como aquellos creyentes de Efeso, la obra del Espíritu Santo en el corazón. Sin embargo, ninguna verdad se enseña más claramente en la Palabra de Dios. Los profetas y apóstoles se han explayado sobre este tema. Cristo mismo nos llama la atención al desarrollo del mundo vegetal como una ilustración de cómo obra su Espíritu para sostener la vida espiritual. La savia de la vid, al ascender desde la raíz, se difunde por las ramas, y contribuye al crecimiento y a la producción de flores y frutos. Del mismo modo, el poder vivificador del Espíritu Santo, que procede del Salvador, llena el alma, renueva los motivos y afectos, somete hasta los pensamientos para que obedezcan la voluntad de Dios, y capacita al que lo recibe para producir los preciosos frutos de las acciones santas.
El autor de esta vida espiritual es invisible, y el método exacto mediante el cual esa vida se imparte y sostiene, excede las posibilidades de explicación por parte de la filosofía humana. Sin embargo, la actividad del Espíritu está siempre en armonía con la Palabra escrita. Lo que sucede en el mundo natural ocurre también en el espiritual. Un poder divino preserva continuamente la vida natural; sin embargo, eso no ocurre por un milagro directo, sino gracias al empleo de las bendiciones puestas a nuestro alcance. Del mismo modo, la vida espiritual se sostiene debido al uso de los medios que la Providencia ha provisto. Para que el seguidor de Jesús crezca hasta convertirse en “un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13), debe comer del pan de vida y beber del agua de la salvación. Debe velar, orar y trabajar, y prestar atención en todas las cosas, sujetándose a las instrucciones de Dios consignadas en su Palabra.—Los Hechos de los Apóstoles, 233, 234.
EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
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