martes, julio 31, 2012

Pensamiento Del Día

Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre?, pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán. Apocalipsis 15:3, 4. 
Dios inspirará a los que se hallan en posiciones humildes para que prediquen el mensaje de la verdad presente. Se verá que muchos de ellos se apresurarán de aquí para allá, constreñidos por el Espíritu de Dios, llevando la luz a los que se hallan en tinieblas. En ellos la verdad es como un fuego en sus huesos que los llena de un ardiente deseo de alumbrar a los que están en oscuridad. Muchos, aun entre los iletrados, proclamarán la Palabra del Señor. Aun los niños se sentirán impulsados por el Espíritu de Dios para salir a declarar el mensaje del cielo. El Espíritu será derramado sobre los que se sometan a sus indicaciones. Desechando los reglamentos humanos obligatorios y los movimientos prudentes, se unirán al ejército del Señor.

En el futuro, el Espíritu del Señor impresionará a personas que se dedican a los quehaceres comunes de la vida para que dejen sus empleos ordinarios y salgan a proclamar el último mensaje de misericordia. Se los debe preparar para el trabajo tan rápidamente como sea posible, para que sus esfuerzos sean coronados por el éxito. Colaboran con los ángeles celestiales, porque están dispuestos a gastarse y ser gastados en el servicio del Maestro.

Nadie está autorizado a entorpecer a estos obreros. En cambio, se les debe desear la bendición de Dios cuando salen a cumplir la gran comisión. No debe hablarse de ellos ninguna palabra de mofa mientras siembran la semilla del evangelio en los lugares difíciles de la tierra. Las cosas mejores de la vida: la sencillez, la honestidad, la veracidad, la pureza, la integridad intachable, no pueden comprarse ni venderse; son tan gratuitas para el ignorante como para el educado, para la persona de color como para el blanco, y para el humilde campesino como para el rey sobre su trono.

Los obreros humildes que no confían en sus propias fuerzas, pero que trabajan con sencillez, confiando siempre en Dios, compartirán el gozo del Salvador. Sus oraciones perseverantes conducirán almas a la cruz. En cooperación con sus esfuerzos abnegados, Jesús influirá en el corazón de la gente, obrando milagros en la conversión de las almas. Hombres y mujeres serán reunidos en la comunidad de la iglesia. Se edificarán templos y se establecerán escuelas. El corazón de los obreros se llenará de regocijo al ver la salvación de Dios.—Testimonies for the Church 7:26-28.

lunes, julio 30, 2012

Pensamiento Del Día

Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Juan 1:17. 
Jesús era la luz del mundo. Vino de Dios con un mensaje de esperanza y salvación para los hijos caídos de Adán. Si los hombres y las mujeres quisieran recibirlo como su Salvador personal, él prometió restaurarlos a la imagen de Dios y redimir todo lo que se había perdido por causa del pecado. Presentó la verdad a los seres humanos sin una hebra entretejida de error. Cuando enseñó, sus palabras vinieron con autoridad, porque habló con conocimiento positivo de la verdad.

La enseñanza de los mortales es totalmente diferente de la enseñanza de Cristo. Hay una tendencia constante por parte de los humanos a presentar sus propias teorías y opiniones como asuntos dignos de atención, aun cuando no tengan fundamento en la verdad. Son muy tenaces para sus ideas erróneas y para sus opiniones ociosas. Se aferrarán firmemente a las tradiciones de la humanidad, y las defenderán tan vigorosamente como si fueran realmente la verdad.

Jesús declaró que cada uno que fuera de la verdad oiría su voz. Cuánto más poder acompañaría hoy a la predicación de la Palabra si los ministros se espaciaran menos sobre teorías y argumentos humanos, y mucho más sobre las lecciones de Cristo y sobre la piedad práctica. El que estuvo en el consejo de Dios, que había morado en su presencia, estaba bien familiarizado con el origen y los elementos de la verdad, y entendía su relación e importancia para la humanidad. Presentó al mundo el plan de salvación, y desplegó verdad del orden más elevado, incluso palabras de vida eterna.

Patriarcas, profetas y apóstoles hablaron según eran movidos por el Espíritu Santo, y declararon claramente que hablaban no por su propio poder ni en su propio nombre. Deseaban que no se les atribuyera ningún crédito, para que nadie los considerara como los originadores de algo de lo cual pudieran gloriarse. Fueron celosos por el honor de Dios, a quien pertenece toda alabanza. Declararon que su capacidad y los mensajes que trajeron les fueron dados como delegados del poder de Dios. Dios fue su autoridad y suficiencia...

Cristo es el Autor de toda verdad. Toda concepción brillante, todo pensamiento de sabiduría, toda capacidad y talento de los seres humanos, son dones de Cristo. Él no tomó ideas nuevas de la humanidad, porque él es el originador de todo.—The Review and Herald, 7 de enero de 1890.

domingo, julio 29, 2012

Pensamiento Del Día

Éstos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Marcos 4:18, 19. 
Cristo especificó las cosas que son dañinas para el alma. Según Marcos, él mencionó los cuidados de este siglo, el engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas. Lucas especifica los cuidados, las riquezas y los pasatiempos de la vida. Esto es lo que ahoga la palabra, el crecimiento de la semilla espiritual. El alma deja de obtener su nutrición de Cristo, y la espiritualidad se desvanece del corazón.

“Los cuidados de este siglo”. Ninguna clase de personas está libre de la tentación de los cuidados del mundo. El trabajo penoso, la privación y el temor de la necesidad le acarrean al pobre perplejidades y cargas. Al rico le sobreviene el temor de la pérdida y una multitud de congojas. Muchos de los que siguen a Cristo olvidan la lección que él nos ha invitado a aprender de las flores del campo. No confían en su cuidado constante. Cristo no puede llevar sus cargas porque ellos no las echan sobre él...

Muchos que podrían ser fructíferos en el servicio de Dios se dedican a adquirir riquezas. La totalidad de su energía es absorbida en las empresas comerciales, y se sienten obligados a descuidar las cosas de naturaleza espiritual. Así se separan de Dios... Hemos de trabajar para poder dar al que necesita. Los cristianos deben trabajar, deben ocuparse en los negocios, y pueden hacerlo sin pecar. Pero muchos llegan a estar tan absortos en los negocios, que no tienen tiempo para orar, para estudiar la Biblia, para buscar y servir a Dios.

A veces su alma anhela la santidad y el cielo; pero no tienen tiempo para apartarse del ruido del mundo con el fin de escuchar el lenguaje del Espíritu de Dios, que habla con majestad y autoridad. Las cosas de la eternidad se convierten en secundarias y las cosas del mundo en supremas. Es imposible que la simiente de la palabra produzca fruto; pues la vida del alma se emplea en alimentar las espinas de la mundanalidad.

Y muchos que obran con un propósito muy diferente caen en un error similar. Están trabajando para el bien de otros; sus deberes apremian, sus responsabilidades son muchas, y permiten que su trabajo ocupe hasta el tiempo que deben a la devoción... Andan lejos de Cristo; su vida no está saturada de su gracia y se revelan las características del yo.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 31, 32.

sábado, julio 28, 2012

Pensamiento Del Día

Y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Efesios 4:23, 24. 
Cristo reprendía fielmente. Nunca vivió otro que odiara tanto el mal, ni cuyas acusaciones fuesen tan terribles. Su misma presencia era un reproche para todo lo falso y bajo. A la luz de su pureza, las personas veían que eran impuras, y que el propósito de su vida era despreciable y falso. Sin embargo, él los atraía. El que los había creado apreciaba el valor de la humanidad. Delataba el mal como enemigo de aquellos a quienes trataba de bendecir y salvar. En todo ser humano, cualquiera fuera el nivel al cual hubiese caído, veía a un hijo de Dios que podía recobrar el privilegio de su relación divina.

“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. Juan 3:17. Al contemplar a la gente sumida en el sufrimiento y la degradación, Cristo percibió que, donde sólo se veía desesperación y ruina, había motivos de esperanza. Dondequiera que existiera una sensación de necesidad, él veía una oportunidad de elevación. Respondía a las almas tentadas, derrotadas, que se sentían perdidas, a punto de perecer, no con acusación, sino con bendición.

Las bienaventuranzas constituyeron un saludo para toda la familia humana. Al contemplar la vasta multitud reunida para escuchar el Sermón del Monte, pareció olvidar por el momento que no se hallaba en el cielo, y usó el saludo familiar del mundo de la luz. De sus labios brotaron bendiciones como de un manantial por largo tiempo obstruido.

Apartándose de los ambiciosos y engreídos favoritos de este mundo, declaró que serían bendecidos quienes, aunque fuera grande su necesidad, recibiesen su luz y su amor. Tendió sus brazos a los pobres en espíritu, a los afligidos, a los perseguidos, diciendo: “Vengan a mí... y yo les daré descanso”. Mateo 11:28 (NVI).

En cada ser humano percibía posibilidades infinitas. Veía a los hombres y a las mujeres según podrían ser, transformados por su gracia, en “la luz de Jehová nuestro Dios”. Salmos 90:17. Al mirarlos con esperanza, inspiraba esperanza. Al saludarlos con confianza, inspiraba confianza...

En más de un corazón que parecía muerto a todas las cosas santas, se despertaron nuevos impulsos. A más de un desesperado se le presentó la posibilidad de una nueva vida.—La Educación, 79, 80.

viernes, julio 27, 2012

Pensamiento Del Día

El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. 1 Juan 2:6. 
¡Qué amor supremo y qué condescendencia, que cuando no merecíamos en absoluto la misericordia divina, Cristo estuvo dispuesto a realizar nuestra redención! Pero nuestro gran Médico requiere de cada alma sumisión absoluta. Nosotros nunca debemos extender una receta para nuestro propio mal. Cristo debe disponer plenamente de la voluntad y de la acción, o no lo hará en nuestro beneficio.

Muchos no perciben su condición y su peligro, y hay mucho en la naturaleza de la religión cristiana que es contraria a cada sentimiento y principio mundanos, y opuesta al orgullo del corazón humano. Podemos vanagloriarnos, como lo hizo Nicodemo, de que nuestro carácter moral ha sido correcto y no necesitamos humillarnos delante de Dios como los pecadores comunes, pero debemos estar contentos de poder entrar en la vida en la misma forma que el principal de los pecadores. El yo debe morir. Debemos renunciar a nuestra propia justicia y rogar que se nos impute la justicia de Cristo. Él es nuestra fortaleza y nuestra esperanza.

El amor sigue a la fe genuina; amor que se manifiesta en el hogar, en la sociedad y en todas las relaciones de la vida; amor que allana las dificultades y que nos eleva por encima de las insignificancias desagradables que Satanás coloca en nuestro camino para irritarnos. Y la obediencia sigue al amor. Todas las facultades y pasiones de la persona convertida quedan bajo el dominio de Cristo. Su espíritu es un poder renovador, que transforma de acuerdo con la imagen divina a todos los que lo reciben.

Llegar a ser un discípulo de Cristo es negar el yo, y seguir a Jesús a través de la reputación, ya sea buena o mala. Es cerrar la puerta al orgullo, la envidia, la duda y otros pecados, y de esa manera excluir la lucha, el odio y cada obra mala. Es dar la bienvenida en nuestro corazón a Jesús, el manso y humilde, que está buscando entrar como nuestro huésped...

Jesús es un Modelo para la humanidad, completo y perfecto. Se propone hacernos semejantes a él: verdaderos en cada propósito, sentimiento y pensamiento; verdaderos en corazón, alma y vida. El hombre o la mujer que aprecia lo más supremo del amor de Cristo en el alma, que refleja más perfectamente la imagen de Cristo, es, a la vista de Dios, la persona más verdadera, más noble y más honorable. Pero los que no tienen el espíritu de Cristo, “no son de él”.—The Signs of the Times, 14 de julio de 1887. ¡Maranata: el Señor Viene! 71.