martes, febrero 28, 2012

Pensamiento Del Día

Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal. Romanos 16:19.
Adán y Eva osaron transgredir los requerimientos del Señor, y los terribles resultados de su pecado deben ser una amonestación para nosotros acerca de no seguir su ejemplo de desobediencia. Cristo oró por sus discípulos con estas palabras: “Santifícalos en tu verdad, tu Palabra es verdad”. Juan 17:17. No hay santificación genuina sino por medio de la obediencia a la verdad. Los que aman a Dios con todo el corazón amarán también todos sus mandamientos. El corazón santificado está en armonía con los preceptos de la ley de Dios, porque son santos, justos y buenos.

El carácter de Dios no ha cambiado. Él es el mismo Dios celoso como lo fue cuando dio su ley sobre el Sinaí, y la escribió con su propio dedo sobre las tablas de piedra. Los que pisotean la santa ley de Dios pueden decir: “Estoy santificado”; pero el ser verdaderamente santificado y pretender tener la santificación son dos cosas diferentes.

El Nuevo Testamento no ha cambiado la ley de Dios. El carácter sagrado del sábado del cuarto mandamiento está tan firmemente establecido como el trono de Jehová. Juan escribió: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”. 1 Juan 3:4-6.

Estamos autorizados a tener la misma apreciación que tuvo el amado discípulo hacia quienes pretenden permanecer en Cristo y ser santificados mientras viven en la transgresión de la ley de Dios. Él se encontró con la misma clase de personas que nosotros. Dijo: “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que práctica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. 1 Juan 3:7, 8. Aquí el apóstol habla en términos claros al considerar el tema.

Las epístolas de Juan están saturadas de un espíritu de amor. Pero cuando él se enfrenta con esa clase de personas que quebrantan la ley de Dios y sin embargo pretenden estar viviendo sin pecado, no vacila en amonestarlos acerca de su terrible engaño.—1 Juan 1:6-10. La edificación del carácter y la formación de la personalidad, 87-89.

lunes, febrero 27, 2012

Pensamiento Del Día

Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra mano, y os serán por frontales entre vuestros ojos. Deuteronomio 11:18.
Estas palabras todas las de (Deuteronomio 11) deberían estar tan claramente impresas en cada alma como si estuvieran escritas con una pluma de hierro. La obediencia trae su recompensa, la desobediencia su retribución. Dios le dio a su pueblo instrucciones positivas, y les impuso restricciones positivas para que pudieran obtener una experiencia perfecta en su servicio, y para que estuvieran habilitados para permanecer ante el universo celestial y ante el mundo caído como vencedores. Son vencedores por medio de la palabra del Cordero y por medio de su testimonio. Todos los que no alcancen a hacer la preparación esencial serán contados con los ingratos y los impuros.

El Señor lleva a su pueblo por caminos que no conoce para poder examinarlo y probarlo. Este mundo es nuestro lugar de prueba. Aquí decidimos nuestro destino eterno. Dios humilla a su pueblo para que su voluntad pueda desarrollarse por medio de ellos. De esa manera trató con los hijos de Israel al dirigirlos por el desierto. Les dijo cuál habría sido su suerte, si él no hubiera puesto una mano refrenadora sobre lo que los hubiera dañado...

Dios bendice la obra de las manos humanas para que le puedan devolver su parte. Deben dedicar sus medios a su servicio, para que su viña no permanezca un árido desierto. Deben analizar lo que el Señor haría en su lugar. Deben llevarle en oración todos los asuntos difíciles. Deben revelar un interés altruista en el desarrollo de su obra en todas partes del mundo...

Recordemos que somos obreros juntamente con Dios. No somos lo suficiente sabios como para trabajar por nosotros mismos. Dios nos ha hecho sus mayordomos, para educarnos y probarnos, así como probó y afligió al antiguo Israel. No va a tener su ejército compuesto de soldados indisciplinados, no santificados, volubles, que desfiguren su orden y pureza.—The Review and Herald, 8 de octubre de 1901.

domingo, febrero 26, 2012

Pensamiento Del Día

Has declarado solemnemente que Jehová es tu Dios, y que andarás en sus caminos, y guardarás sus estatutos, sus mandamientos y sus decretos, y que escucharás su voz. Deuteronomio 26:17.
Seamos leales y fieles a cada precepto de la ley de Dios. El Señor declara que si obedecemos los principios de su ley, esos principios serán nuestra vida...

Los preceptos de la ley de Dios no fueron la producción de ninguna mente humana, ni fueron promulgados por Moisés. Fueron formulados por Aquel infinito en sabiduría, el mismo que es el Rey de reyes y Señor de señores, y por él fueron proclamados desde el Sinaí en medio de escenas de imponente grandiosidad. La prosperidad de Israel dependía de la obediencia a esos preceptos. “Cuida, pues, de ponerlos por obra, con todo tu corazón y con toda tu alma”. Deuteronomio 26:16. Dios no nos dio sus mandamientos para que los obedezcamos cuando nos plazca y para que los pasemos por alto a nuestro antojo. Son las leyes de su reino, y deben ser obedecidas por sus súbditos. Si su pueblo obedeciera su ley con todo su corazón, se daría un testimonio decidido ante el mundo de que todos los que él ha afirmado que son su pueblo, su tesoro especial, lo honran verdaderamente en todo lo que hacen. La lealtad a Dios, una obediencia incondicional a su ley, haría de su pueblo una maravilla en el mundo, porque Dios podría cumplir sus ricas y abundantes promesas para ellos, y hacerlos la alabanza de la tierra. Serían un pueblo santo para él.

“Ahora, pues”, declara Dios, “si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”. Éxodo 19:5, 6. ¡Qué maravillosa la magnitud de las promesas de Dios! Y se dan a todos los que prestan atención a su Palabra, creyendo sus declaraciones y obedeciendo sus mandamientos. La obediencia a su ley es la condición de la eterna felicidad futura.—The Southern Watchman, 16 de febrero de 1904.

sábado, febrero 25, 2012

Pensamiento Del Día

Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Lucas 2:51.
Cuando Cristo tenía 12 años, fue con sus padres a Jerusalén para asistir a la fiesta de la Pascua, y a su regreso se perdió entre la multitud. Después de que José y María lo buscaron durante tres días, lo encontraron en el atrio del templo, “sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas”. Lucas 2:46, 47. Hacía preguntas con una gracia que encantaba a esos eruditos. Era un modelo perfecto para toda la juventud. Siempre manifestó deferencia y respeto por los mayores. La religión de Jesús nunca hará que un niño sea rudo y descortés.

Cuando José y María lo encontraron, quedaron sorprendidos, “y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais?” Señalando hacia el cielo, continuó: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Lucas 2:48, 49. Mientras hablaba estas palabras, la divinidad fulguró a través de su humanidad. La luz de la gloria del cielo iluminó su rostro...

Cristo no comenzó su ministerio público sino hasta dieciocho años después de esto, pero constantemente estuvo ayudando a otros, aprovechando cada oportunidad que se le ofrecía. Aun en su niñez hablaba palabras de consuelo y ternura a jóvenes y viejos. Su madre no podía menos que advertir sus palabras, su espíritu, su obediencia voluntaria a todos los requerimientos de ella.

No es correcto decir, como muchos escritores han dicho, que Cristo era como todos los niños. Muchos niños son descarriados y conducidos mal... Jesús fue instruido de acuerdo con el carácter sagrado de su misión. Su inclinación hacia lo correcto era una constante satisfacción para sus padres. Las preguntas que les hacía los inducían a estudiar con sumo fervor los grandes elementos de la verdad. Las conmovedoras palabras de Jesús en cuanto a la naturaleza y el Dios de la naturaleza abrían e iluminaban su mente.—The Youth’s Instructor, 8 de septiembre de 1898. Ver Comentario Bíblico Adventista 5:1091, 1093.

viernes, febrero 24, 2012

Pensamiento Del Día

La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos. Salmos 19:7, 8. 
El mismo Jesús que, encubierto en la columna de nube, dirigió a las huestes hebreas, es nuestro Jefe. El que dio leyes sabias, justas y buenas a Israel, nos ha hablado a nosotros tan verdaderamente como a ellos. Nuestra prosperidad y felicidad dependen de una obediencia constante a la ley de Dios. La sabiduría finita no puede mejorar un precepto de esa santa ley. Ni uno de sus diez preceptos puede ser quebrantado sin ser desleal al Dios del cielo. Guardar cada jota y tilde de la ley es esencial para nuestra propia felicidad, y para la felicidad de todos los que se relacionan con nosotros. “Mucha paz tiene los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo”. Salmos 119:165. Y sin embargo, criaturas finitas presentan al pueblo esta ley santa, justa y buena como un yugo; ¡un yugo que no pueden llevar! Es el transgresor el que no puede ver la belleza en la ley de Dios.

Todo el mundo será juzgado por esa ley. Toca aun las intenciones y los propósitos del corazón, y exige pureza en los pensamientos más secretos, en los deseos y las aspiraciones. Demanda que amemos a Dios supremamente, y a nuestros prójimos como a nosotros mismos. Sin el ejercicio de este amor, la más elevada profesión de fe es hipocresía. Dios requiere, de cada alma de la familia humana, obediencia perfecta a su ley. “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. Santiago 2:10.

La desviación más mínima de la ley, por negligencia o transgresión voluntaria, es pecado, y cada pecado expone al pecador a la ira de Dios. El corazón que no ha nacido de nuevo, odiará las restricciones de la ley de Dios y se esforzará por deshacerse de sus justos requerimientos. Nuestro bienestar eterno depende de un entendimiento exacto de la ley de Dios, una convicción profunda de su santo carácter y una obediencia lista a cumplir sus condiciones. Hombres y mujeres deben estar convencidos de pecado antes de que puedan sentir su necesidad de Cristo... Los que pisotean la ley de Dios han rechazado el único medio que define al transgresor lo que es el pecado. Están haciendo la obra del gran engañador.—The Signs of the Times, 3 de marzo de 1881.