sábado, noviembre 26, 2011

Pensamiento Del Día

Diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Hechos 5:28, 29.
Oí que los revestidos de la armadura proclamaban poderosamente la verdad, con fructíferos resultados. Muchas personas habían estado atadas; algunas esposas por sus consortes, y algunos hijos por sus padres. Las personas sinceras, que hasta entonces habían sido impedidas de oír la verdad, adhirieron ardientemente a ella. Desvanecióse todo temor a los parientes y sólo la verdad les parecía sublime. Habían tenido hambre y sed de la verdad, y ésta les era más preciosa que la vida. Pregunté por la causa de tan profundo cambio y un ángel me respondió: “Es la lluvia tardía; el refrigerio de la presencia del Señor; el potente pregón del tercer ángel”.

Aquellos escogidos tenían gran poder. Dijo el ángel: “Mirad”. Vi a los impíos o incrédulos. Estaban todos en gran excitación. El celo y la potencia del pueblo de Dios los había enfurecido. Confusión, por doquiera dominaba la confusión. Vi que se tomaban medidas contra la hueste que tenía la luz y el poder de Dios. Pero esta hueste, aunque rodeada por densas tinieblas, se mantenía firme, aprobada por Dios y confiada en él. Los vi perplejos.

Luego los oí clamar a Dios con fervor. Ni de día ni de noche dejaban de orar: “¡Hágase, Señor, tu voluntad!” “Si ha de servir para gloria de tu nombre, da a tu pueblo el medio de escapar. Líbranos de los paganos que nos rodean. Nos han sentenciado a muerte; pero tu brazo puede salvarnos”. Tales son las palabras que puedo recordar. Todos parecían hondamente convencidos de su insuficiencia y manifestaban completa sumisión a la voluntad de Dios. Sin embargo, todos sin excepción, como Jacob, oraban y luchaban fervorosamente por su liberación.—The Review and Herald, 31 de diciembre de 1857.

viernes, noviembre 25, 2011

Pensamiento Del Día

Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Hechos 2:43-45.
No es por mezquindad de parte de Dios que hay escasez del Espíritu Santo en nuestras iglesias. Sólo ellas pueden cambiar esta carencia. Dios dice a su pueblo: “Levántense y despierten su interés por las cosas santas”. ¿Dónde está nuestra fe? ¿De qué modo sostendremos una relación adecuada con Jesucristo? ¿Lo seguimos en forma estable negándonos a nosotros mismos? ¿Presentamos la verdad en forma comprensible? Cuando Dios derrame su Espíritu sobre las iglesias, llevarán fruto para su gloria. La espada del Espíritu, recién afilada con poder, cortará con ambos filos.

En la viña de Dios hay que realizar una obra seria. El mensaje del tercer ángel tiene que ser proclamado en alta voz sobre la tierra. Cada rastro de falta de honradez en los negocios y cada vestigio de egoísmo deben ser eliminados por la lluvia tardía. Toda idolatría tiene que ser destruida. Sea derribado cada altar, excepto el que santifica el don y al dador: la cruz del calvario.

Nuevos territorios deben ser añadidos al reino de Dios. Nuevas áreas de la viña moral han de ser cultivadas como huertos del Señor. El honor de la ley de Dios tiene que ser vindicado ante los mundos no caídos, ante el universo celestial y ante el mundo caído. Vendrá la persecución más cruel, pero cuando se levante Sión, y se ponga sus hermosas vestiduras, brillará con la belleza de la santidad. Dios desea que tengamos más vida y más poder, porque la gloria de Dios ha nacido sobre la iglesia. Si la verdad es recibida, la repulsiva esterilidad no seguirá existiendo. La Palabra de Cristo es vida eterna para quien la recibe.—Bible Training School, 1 de diciembre de 1903.

jueves, noviembre 24, 2011

Pensamiento Del Día

Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Gálatas 3:27, 28.
Dios no conoce ninguna distinción por causa de la nacionalidad, la raza o la casta. Es el Hacedor de toda la humanidad. Todos los hombres son una familia por la creación, y todos son uno por la redención. Cristo vino para demoler todo muro de separación, para abrir todo departamento del templo para que cada persona pudiese tener libre acceso a Dios...

La religión de la Biblia no reconoce casta ni color. Ignora el rango, la riqueza y el honor mundanal. Dios estima a los hombres en su calidad de hombres. El carácter es el que decide el valor de los hombres a la vista de Dios. Y nosotros debemos reconocer el Espíritu de Cristo en cualquier persona en quien se revele.

Cristo trataba de enseñar a sus discípulos la verdad de que en el reino de Dios no hay fronteras nacionales, ni casta ni aristocracia; que ellos debían ir a todas las naciones, llevándoles el mensaje del amor del Salvador.

Las paredes divisorias del sectarismo, las castas y las razas se desplomarán cuando el verdadero espíritu misionero entre en los corazones de los hombres. El prejuicio es eliminado por el amor de Dios.

Se han erigido paredes de separación entre los blancos y los negros. Estas paredes de prejuicios se desplomarán como las murallas de Jericó, cuando los cristianos obedezcan la Palabra de Dios, que ordena amor supremo al Hacedor y amor imparcial al prójimo.

Cuando el Espíritu Santo sea derramado, los seres humanos triunfarán sobre el prejuicio al buscar la salvación de los perdidos. Dios controlará las mentes. Los corazones humanos amarán tal como Cristo amó. Y muchos considerarán a la gente de color en forma muy diferente de lo que la consideran ahora. Para amar tal como Cristo ama, elevemos la mente hacia una atmósfera pura, celestial y abnegada.—Mensajes Selectos 2:549-551.

miércoles, noviembre 23, 2011

Pensamiento Del Día

Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. 2 Corintios 8:3, 4.
El evangelio, que desde la muerte de Cristo se ha ido ampliando y extendiendo, ha necesitado mayores provisiones para sostener la lucha; esto hizo que la ley de las limosnas fuera una necesidad más urgente que bajo el gobierno hebreo. Ahora Dios no requiere menos, sino mayores dádivas que en cualquier período anterior de la historia. El principio establecido por Cristo es que los dones y las ofrendas deberían estar en proporción a la luz y las bendiciones recibidas. El dijo: “Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará”. Lucas 12:48.

Los primeros discípulos respondieron a las bendiciones de la era cristiana con obras de caridad y bondad. Después que Cristo dejó a sus discípulos y ascendió al cielo, el derramamiento del Espíritu de Dios los condujo a la negación propia y al sacrificio personal para la salvación de otros. Cuando los santos pobres de Jerusalén estaban en necesidad, Pablo escribió a los cristianos gentiles con respecto a obras de bondad, y les dijo: “Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia”. 2 Corintios 8:7. Aquí la bondad o benevolencia es destacada junto a la fe, el amor y la diligencia cristiana.

Los que piensan que pueden ser buenos cristianos mientras cierran sus oídos y corazones a los llamados de Dios que reclaman su liberalidad, se están engañando peligrosamente. Limitándose a las palabras, hay quienes abundan en una profesión de gran amor por la verdad y manifiestan interés en ver que ella avance, pero no hacen nada para su progreso. Al no estar perfeccionada por las obras, la fe de los tales está muerta. El Señor nunca ha cometido el error de convertir a una persona y dejarla bajo el poder de la codicia.—The Review and Herald, 25 de agosto de 1874.

martes, noviembre 22, 2011

Pensamiento Del Día

Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Hechos 4:32.
El relato declara: “No había entre ellos ningún necesitado”, y dice cómo se suplía la necesidad. Los creyentes que tenían dinero y posesiones los sacrificaban gozosamente para hacer frente a la emergencia. Al vender sus casas o sus tierras, traían el dinero y lo ponían a los pies de los apóstoles, y “se repartía a cada uno según su necesidad”. Hechos 4:34, 35.

Esta generosidad de parte de los creyentes era el resultado del derramamiento del Espíritu. Los conversos al Evangelio eran “de un corazón y un alma”. Un interés común los dominaba, a saber, el éxito de la misión que se les había confiado; y la codicia no tenía cabida en su vida. Su amor por los hermanos y por la causa que habían abrazado superaba su amor al dinero y sus bienes. Sus obras testificaban que consideraban las almas de los hombres más preciosas que las riquezas terrenales.

Así será siempre que el Espíritu de Dios tome posesión de la vida. Aquellos cuyos corazones están llenos del amor de Cristo seguirán el ejemplo de Aquel que por amor a nosotros se hizo pobre a fin de que por su pobreza fuésemos enriquecidos. El dinero, el tiempo, la influencia, todos los dones que han recibido de la mano de Dios, los estimarán solamente como un medio de promover la obra del evangelio. Así sucedía en la iglesia primitiva; y cuando en la iglesia de hoy se vea que por el poder del Espíritu los miembros han apartado sus afectos de las cosas del mundo, y que están dispuestos a hacer sacrificios a fin de que sus semejantes puedan oír el evangelio, las verdades proclamadas tendrán una influencia poderosa sobre los oyentes.—Los Hechos de los Apóstoles, 59, 60.