viernes, septiembre 30, 2011

Pensamiento Del Día

Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Apocalipsis 1:9.
Las apariencias externas indicaban que los enemigos de la verdad estaban triunfando, pero, invisible, la mano de Dios se movía en la oscuridad. El Señor permitió que su siervo fuera puesto donde Cristo pudiera darle una revelación de sí mismo más maravillosa que la que alguna vez hubiera recibido; donde le fuera posible recibir una iluminación más preciosa para la iglesia. Permitió que fuera confinado en la soledad, para que su oído y su corazón pudieran estar más plenamente preparados para escuchar y recibir las revelaciones que se le darían. El hombre que envió a Juan al exilio no fue relevado de su responsabilidad en esto, pero fue un instrumento en las manos de Dios para llevar a cabo sus propósitos eternos. El esfuerzo para extinguir la luz destacó la verdad en marcado relieve.

Juan fue privado de la compañía de sus hermanos, pero ningún hombre podía apartarlo del compañerismo de Cristo. Una gran luz procedente de Jesús había de brillar sobre su siervo. El Señor cuidaba a su desterrado discípulo, y le dio una maravillosa revelación de sí mismo. Juan el amado fue ricamente favorecido. Con los demás apóstoles había caminado y hablado con Jesús, aprendiendo de él, y deleitándose con sus palabras. Su cabeza a menudo había descansado sobre el pecho del Salvador. Pero también debía verlo en Patmos.

Dios, Cristo y la hueste celestial fueron los compañeros de Juan en la solitaria isla, y de ellos recibió instrucción de infinita importancia. Allí escribió las visiones y revelaciones que recibió de Dios, y que se refieren a lo que ocurrirá en las escenas finales de la historia de esta tierra. Cuando su voz no pudiera testificar más acerca de la verdad, los mensajes que se le dieron en Patmos debían brillar como una lámpara encendida. Gracias a ellos, hombres y mujeres están conociendo los propósitos de Dios, no meramente acerca de la nación judía, sino con respecto a toda nación sobre la tierra.—The Signs of the Times, 22 de marzo de 1905.

jueves, septiembre 29, 2011

Pensamiento Del Día

Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles. Romanos 16:3, 4.
Pablo dio un ejemplo contra el sentimiento, que estaba entonces adquiriendo influencia en la iglesia, de que el evangelio podía ser predicado con éxito solamente por quienes estaban enteramente libres de la necesidad de hacer trabajo físico. Ilustró de una manera práctica lo que pueden hacer los laicos consagrados en muchos lugares donde la gente no está enterada de las verdades del evangelio. Su costumbre inspiró en muchos humildes trabajadores el deseo de hacer lo que podían para el adelanto de la causa de Dios, mientras se sostenían al mismo tiempo con sus labores cotidianas. Aquila y Priscila no fueron llamados a dedicar todo su tiempo al ministerio del evangelio; sin embargo, estos humildes obreros fueron usados por Dios para enseñar más perfectamente a Apolos el camino de la verdad. El Señor emplea diversos instrumentos para el cumplimiento de su propósito; mientras escoge a algunos con talentos especiales para dedicar todas sus energías a la obra de enseñar y predicar el evangelio, muchos otros, que nunca fueron ordenados mediante la imposición de manos humanas, son llamados a realizar una parte importante en la salvación de las almas.

Hay un gran campo abierto ante los obreros evangélicos de sostén propio. Muchos pueden adquirir una valiosa experiencia en el ministerio mientras trabajan parte de su tiempo en algún tipo de labor manual; y por este medio pueden desarrollarse poderosos obreros para un servicio muy importante en campos necesitados.

El abnegado siervo de Dios que trabaja incansablemente en la difusión de la palabra y la doctrina, lleva en su corazón una pesada carga. No mide su trabajo por horas. Su salario no influye en su labor, ni abandona su deber por causa de las condiciones desfavorables. Recibió del cielo su comisión, y del cielo espera su recompensa cuando haya terminado la obra que se le ha confiado.—Los Hechos de los Apóstoles, 286, 287.

miércoles, septiembre 28, 2011

Pensamiento Del Día

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 2 Timoteo 4:1, 2.
Esta amonestación solemne a alguien tan celoso y fiel como Timoteo, constituye un poderoso testimonio de la importancia y la responsabilidad de la obra del ministro evangélico. Llamándolo ante el tribunal de Dios, Pablo le ordena predicar la Palabra, no los dichos y costumbres de los hombres; y estar listo para testificar por Dios en cualquier oportunidad que se le presente, delante de grandes congregaciones o en círculos privados, por el camino o en los hogares, a amigos y a enemigos, en seguridad o expuesto a dificultades y peligros, oprobios y pérdidas.

Temiendo de que la moderación de Timoteo y su disposición condescendiente pudiera inducirlo a rehuir una parte esencial de su tarea, lo exhortó a ser fiel en la reprensión del pecado, y hasta en reprender con severidad a los que eran culpables de graves males. No obstante, debía hacerlo “con toda paciencia y doctrina”. 2 Timoteo 4:2. Debía revelar la paciencia y el amor de Cristo, y explicar y reforzar sus reprensiones con las verdades de la Palabra.

Odiar y reprender el pecado, y al mismo tiempo manifestar misericordia y ternura hacia el pecador, es tarea difícil. Cuanto más fervoroso sea nuestro esfuerzo para obtener santidad de vida y corazón, tanto más aguda será nuestra percepción del pecado y más decidida nuestra desaprobación frente a cualquier desviación de lo recto. Debemos cuidarnos de no ser excesivamente severos hacia los que obran mal; pero al mismo tiempo no debemos perder de vista la suma gravedad del pecado. Es necesario manifestar paciencia y amor cristiano por el pecador; pero también existe el peligro de ser tan tolerantes con sus errores, que le parezca inmerecida la reprensión, y la rechace como innecesaria e injusta.—Los Hechos de los Apóstoles, 400, 401.

martes, septiembre 27, 2011

Pensamiento Del Día

Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti. Hechos 26:16.
La solemne comisión dada a Pablo, en ocasión de su entrevista con Ananías, descansaba con creciente peso sobre su corazón. Cuando, en respuesta a la invitación: “Hermano Saulo, recibe la vista”, Pablo miró por primera vez el rostro de este hombre devoto, Ananías, bajo la inspiración del Espíritu Santo, dijo: “El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”. Hechos 22:13-16.

Estas palabras estaban en armonía con las de Jesús mismo, quien, cuando detuvo a Saulo en el viaje a Damasco, declaró: “Para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados”. Hechos 26:16-18.

Al meditar en estas cosas, Pablo comprendió más y más el significado de su llamamiento para ser “apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios”. Efesios 1:1. Este le había venido “no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre”. Gálatas 1:1. La grandeza de la tarea lo condujo a estudiar profundamente las Sagradas Escrituras, a fin de predicar el evangelio “no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo” (1 Corintios 1:17), “sino con demostración del Espíritu y de poder”, para que la fe de todos los que lo oyeran no estuviera fundada “en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” 1 Corintios 2:4, 5.—The Review and Herald, 30 de marzo de 1911.

lunes, septiembre 26, 2011

Pensamiento Del Día

Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Hechos 9:36.
En Jope, cerca de Lida, vivía una mujer llamada Dorcas, cuyas buenas obras la habían hecho muy amada. Como digna discípula de Jesús, su vida estaba llena de actos bondadosos. Sus hábiles dedos eran más activos que su lengua. Ella sabía quien necesitaba vestimenta confortable y quién necesitaba simpatía, y ministraba generosamente a los pobres y dolientes.

“Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió”. Hechos 9:37. La iglesia de Jope se dio cuenta de la pérdida que había sufrido. Y en vista de la vida de servicio que había vivido Dorcas, no es sorprendente que se lamentaran o que cayeran cálidas lágrimas sobre su cuerpo inanimado.

Oyendo que Pedro estaba en Lida, los creyentes de Jope le enviaron mensajeros “a rogarle: No tardes en venir a nosotros”. Hechos 9:38.

“Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas”. Hechos 9:39.